El vuelo AI‑171, en ruta desde Ahmedabad hacia Londres-Gatwick, perdió altitud poco después del despegue mientras el tren de aterrizaje aún estaba extendido, estrellándose en una zona residencial e incendiándose con gran violencia. A bordo viajaban 169 ciudadanos indios, 53 británicos, siete portugueses y un canadiense. Aunque se reporta al menos un superviviente, las autoridades temen que el número de víctimas sea mucho mayor debido a la explosión en una zona densamente poblada.
El impacto en los mercados es inmediato: las acciones de Boeing retrocedieron un 8 % en la preapertura de Wall Street, hasta los 196,75 dólares, tras filtrarse la noticia del accidente. A su vez, proveedores clave como Spirit AeroSystems y GE Aerospace registraron caídas del 4 %, reflejando el efecto dominó sobre toda la cadena de valor de la aviación.
El sector de transporte aéreo ya sufría presiones por la caída del precio de los billetes, que en Estados Unidos disminuyeron un 2,7 % en mayo, y por el encarecimiento del combustible, con el barril de Brent subiendo un 4 % en un solo día
eleconomista.es. Este nuevo accidente añade certidumbre al sector, que se enfrenta a regulaciones más estrictas, aumentos de costes y una demanda cada vez más volátil.
Para Boeing, esta crisis se suma a un periodo crítico: seis años consecutivos en números rojos, con pérdidas acumuladas superiores a 35 500 millones de dólares y un déficit de casi 12 000 millones en 2024.
El reciente candidato propuesto por Donald Trump para dirigir la FAA anunció que exigirá mayor responsabilidad a Boeing en la calidad de sus productos, intensificando la supervisión regulatoria en momentos críticos para la empresa
elpais.com. La presión política y social exige una respuesta rápida: reforzar las inspecciones, aplicar medidas correctivas y recuperar la confianza pública y de sus clientes.
El accidente en India plantea interrogantes sobre la viabilidad del Dreamliner, diseñado para eficiencia mediante materiales compuestos, y cuyas certificaciones para vuelo sin bajas habían sido puestas a prueba con este primer siniestro humano. A nivel operativo y comercial, el golpe puede traducirse en cancelaciones de pedidos, renegociaciones y retrasos en nuevas entregas, que ya se han visto afectados durante el último año.
Las aerolíneas, conscientes de la sensibilidad del público y la atención mediática, deberán reforzar sus políticas de comunicación, calidad y mantenimiento para contrarrestar la desconfianza. En este sentido, tanto los fabricantes como los reguladores están obligados a emprender una auditoría profunda que prevenga nuevos incidentes, garantice la seguridad y evite una cascada de repercusiones económicas más profundas.
El accidente del Boeing 787 de Air India no solo representa una tragedia humana, sino un punto de inflexión para la industria aeronáutica global. Boeing debe enfrentar una encrucijada: demostrar con acciones que puede corregir sus debilidades estructurales y recuperar la confianza perdida, o resignarse a un protagonismo negativo que podría debilitar aún más su posición en el mercado y encarecer el futuro de los viajes aéreos.