La importancia de la fe en tiempos actuales
En un contexto donde las sociedades enfrentan constantes desafíos, el Señor de los Milagros representa para muchos una fuente de esperanza y consuelo. Miles de personas, sin importar su condición social o procedencia, se unen en un acto de fe que trasciende lo individual para convertirse en un símbolo colectivo de resiliencia.
En 2024, la procesión del Señor de los Milagros promete, una vez más, ser un evento cargado de fervor religioso y una muestra del profundo vínculo entre la fe y la identidad cultural del Perú. A través de las calles de Lima, el Cristo Moreno seguirá tocando los corazones de millones de devotos, renovando año tras año una tradición que, lejos de desaparecer, sigue más viva que nunca.
Historia
Todo comenzó el 13 de noviembre de 1655, cuando uno de los terremotos más devastadores en la historia de Lima sacudió la ciudad. El sismo provocó el colapso de numerosas edificaciones: casas, mansiones, templos y otros edificios importantes se vinieron abajo. El número de víctimas y damnificados fue considerable para la época. Sin embargo, en Pachacamilla ocurrió un suceso que sorprendió a todos. En una pared de adobe, donde se encontraba pintada la imagen de Cristo, conocida como el Señor de los Milagros, el mural quedó completamente intacto. Todas las paredes circundantes se derrumbaron, pero la que contenía la imagen permaneció en pie sin sufrir daños.
Las réplicas del terremoto continuaron, pero la imagen seguía inmutable. La población, asombrada, interpretó este hecho como un milagro y la fe en el Cristo de Pachacamilla comenzó a crecer.
Con el tiempo, la imagen empezó a reunir a un grupo considerable de fieles. Sin embargo, este fervor no fue del agrado de algunos sectores de la sociedad, especialmente del párroco José de Mena, quien consideraba inapropiado que los esclavos se congregaran para venerar una pintura. Por ello, impulsó la decisión de borrar la imagen.
Según los cronistas de la época, el primer pintor encargado de eliminar el mural se paralizó al estar frente a la imagen, afirmando haber sentido escalofríos. Tras un segundo intento, el temor lo venció y se negó a continuar. Un segundo hombre también experimentó algo similar. Finalmente, enviaron a un soldado para cumplir la tarea. No obstante, este declaró que no pudo borrar la pintura, porque observó cómo la imagen se volvía más hermosa y su corona de espinas cambiaba a un color verde. La idea de eliminar la imagen fue finalmente abandonada.
Con el tiempo, nuevos terremotos azotaron Lima, pero nuevamente la imagen permaneció intacta, lo que incrementó aún más la fe de la población. A medida que pasaron los años, al Cristo de Pachacamilla se le brindaron mayores cuidados y honores, consolidándose como una de las manifestaciones de fe más grandes de la ciudad. Hoy, la devoción al Señor de los Milagros es uno de los pilares más sólidos de la religiosidad en el Perú.