Desde el ámbito financiero, los mercados han reaccionado con contundencia. Wall Street vivió su peor jornada en cinco años, con caídas de hasta el 5,9% en el índice Nasdaq y una pérdida acumulada de más de 2,5 billones de dólares en valor de mercado. Inversionistas e instituciones temen que los nuevos aranceles desencadenen una cadena de represalias internacionales que desemboque en una guerra comercial prolongada.
Uno de los sectores más vulnerables a estas tensiones es el turismo. En 2024, Estados Unidos recibió más de 72 millones de visitantes internacionales, generando cerca de 175.000 millones de euros en ingresos. Sin embargo, países emisores clave como Canadá, México, China y varias naciones europeas, ahora afectados por los nuevos aranceles, podrían responder con medidas diplomáticas o comerciales que impacten en el flujo de viajeros hacia EE.UU. Además, la percepción internacional de Estados Unidos como destino acogedor podría verse deteriorada por esta postura proteccionista.
El golpe al turismo no se limita a EE.UU. La reconfiguración del comercio global y el encarecimiento de productos básicos afectarán a millones de viajeros, reduciendo su capacidad de gasto o de movilidad. Las aerolíneas, agencias de viajes y operadores internacionales ya anticipan un descenso en las reservas y un aumento en los costes operativos derivados de la nueva situación geopolítica.
Europa, en particular, ha alzado la voz. Bruselas estudia represalias estratégicas, mientras que países como Alemania, Francia, Italia o España temen el impacto en sectores clave como la automoción, la tecnología y el agroalimentario. Productos emblemáticos como el aceite de oliva o el vino español, grandes exportaciones a EE.UU., podrían volverse menos competitivos bajo el nuevo esquema arancelario. A su vez, una posible desaceleración de la economía estadounidense también amenaza con reducir la llegada de turistas norteamericanos a Europa, especialmente a destinos como España, Italia o Grecia.
China, por su parte, considera estas medidas como una agresión directa a su economía. Un arancel del 34% afectará significativamente sus exportaciones, y podría debilitar el crecimiento de las economías emergentes asiáticas, muchas de las cuales dependen de la estabilidad del comercio con EE.UU. También se prevé un golpe a las cadenas de suministro globales, especialmente en sectores como la tecnología, la automoción o la energía.
La metodología utilizada para determinar estos aranceles también ha sido puesta en duda. Economistas como Justin Wolfers han criticado la fórmula aplicada, al considerarla simplista y descontextualizada, señalando que se basa en un enfoque bilateral del comercio que no refleja la complejidad de la economía global.
Frente a este nuevo escenario, voces como la del economista José Manuel Corrales advierten sobre la necesidad de una respuesta conjunta, serena y estratégica por parte de la Unión Europea. Apostar por la diversificación comercial y por el fortalecimiento de relaciones con otras potencias emergentes podría ser clave para amortiguar el golpe.
La decisión de Trump abre un periodo de incertidumbre global. Si bien busca fortalecer la industria estadounidense, sus consecuencias podrían ser mucho más amplias, desestabilizando el comercio mundial, las finanzas internacionales y una de las industrias más sensibles al contexto geopolítico: el turismo.