El impacto no se limita a los ingresos: en 2023, el turismo religioso generó más de 936,000 empleos, cifra que podría ascender a 1,6 millones para 2030 conforme a la expansión de la infraestructura y capacidad de atención. Es esta fuerza sostenida la que ha llevado a que funcionarios cataloguen al turismo —en especial el peregrinaje— como el nuevo petróleo del país.
Este crecimiento está respaldado por megainversiones en infraestructura. En La Meca, el proyecto Masar Destination transformará la avenida King Abdulaziz en un corredor mixto valorado en 26,600 millones de dólares, con espacio para 24,000 habitaciones de hotel y 13,000 unidades residenciales, capaz de albergar hasta 158,000 peregrinos por año. Mientras tanto, la renovación de Rua Al Madinah en Medina se extiende sobre 1,5 millones de metros cuadrados y ofrecerá 47,000 habitaciones adicionales, movilizando hasta 149,000 visitantes y generando 93,000 empleos en sectores como hospitalidad, transporte y comercio.
Estas ambiciosas iniciativas son parte integral de la Vision 2030, el plan estratégico nacional que busca diversificar la economía, disminuir la dependencia del petróleo y posicionar al país como centro de inversión y turismo cultural. El programa concebido por el príncipe heredero Mohammed bin Salman también contempla el desarrollo de masiva infraestructura turística, nuevas modalidades de ocio, promoción cultural, y el despliegue de zonas de alta gama como el Proyecto del Mar Rojo —un resort de lujo respaldado incluso por figuras como Cristiano Ronaldo— que prevé atraer turistas de alto poder adquisitivo, generar decenas de miles de empleos y ofrecer una alternativa sostenible y elegante al turismo tradicional.
Aun así, la transformación no está exenta de desafíos. La persistente tensión entre apertura y control moral, junto con cuestionamientos sobre derechos humanos y restricción de libertades, generan escepticismo en ciertos sectores; sin embargo, voces como la de Richard Branson han subrayado el notable ritmo de modernización que presencian.
En paralelo, el gobierno saudí ha tomado medidas concretas para asegurar la seguridad y orden en zonas sagradas durante el Hajj. Este año, ante previsiones de temperaturas extremas, se implementaron árboles, enfriadores de agua, caminos reflectantes y drones con inteligencia artificial para monitorizar multitudes —además de imponer sanciones severas a peregrinos no registrados con multas elevadas y prohibición de entrada— avanzando en la profesionalización de la gestión de visitantes en masa.
Arabia Saudita apuesta decidido por su “petróleo social”, alimentado por el turismo religioso, como palanca para reinventarse. Al fortalecer la capacidad de recibir a millones de peregrinos, modernizar la infraestructura y diversificar las experiencias turísticas, el reino afirma su aspiración de liderar una nueva era donde la historia y lo sagrado se funden con la innovación, el entretenimiento y el desarrollo económico sostenible.