Tras dejar la sala, el paseo se dirige hacia el Jardín Botánico, donde la escultura perforada de Barbara Hepworth dialoga con la luz y la sombra, recordando la pureza de las formas abstractas. En el estanque del jardín, una niña de bronce aparece rodeada de hojas de nenúfar, mientras un reloj de sol creado por Ian Hamilton Finlay invita a reflexionar sobre el paso del tiempo en un entorno que mezcla ciencia, arte y naturaleza.
El itinerario sigue el curso del río Water of Leith, donde la vida cotidiana de los mercados locales se entrelaza con hallazgos artísticos inesperados. Los visitantes pueden probar pan artesanal, fresas de Perthshire o dulces elaborados con insectos mientras avanzan por un sendero que, de repente, revela una escultura de Anthony Gormley. La figura de bronce a tamaño real, situada parcialmente en el agua, genera sorpresa y se integra de manera orgánica en el paisaje urbano, recordando que el arte también puede surgir como descubrimiento.
Uno de los puntos más destacados del recorrido llega en los jardines de Modern One y Modern Two, las dos galerías de arte contemporáneo de Edimburgo. Allí se alza Landform, la célebre intervención de Charles Jencks: un conjunto de colinas verdes modeladas en espiral, atravesadas por lagos artificiales que transforman el terreno en una obra escultórica monumental. Esta pieza, considerada un referente de la escultura paisajística mundial, cuestiona los límites entre naturaleza y artificio, invitando al visitante a caminar por ella como parte de la obra misma.
El itinerario concluye en la catedral episcopal de St Mary’s, donde el proyecto On Sacred Ground ofrece un espacio de meditación en torno a la biodiversidad. Un laberinto de plantas aromáticas como la milenrama o la centaura conduce a bancos en los que se han inscrito los nombres de aves amenazadas de Escocia, como el alcaraván o el urogallo. La instalación combina arte y conservación ecológica, recordando la fragilidad del entorno natural y la necesidad de preservarlo.
La propuesta coincide con el Festival Fringe de Edimburgo, el mayor evento cultural de la ciudad, que inunda las calles con actuaciones callejeras y espectáculos alternativos. Esta superposición convierte la capital escocesa en un escenario vivo donde el arte visual, el teatro y la música se encuentran y dialogan en múltiples formatos, consolidando a Edimburgo como una de las ciudades culturales más vibrantes del mundo.
Para los organizadores, el recorrido no solo busca atraer turistas, sino también redefinir la relación entre el ciudadano y su espacio urbano. “Queremos que la gente vea Edimburgo con otros ojos, que descubra rincones a través del arte y que entienda la ciudad como un organismo vivo donde naturaleza, patrimonio y cultura contemporánea conviven”, explicaron desde VisitScotland.
Con su mezcla de esculturas históricas, intervenciones modernas y paisajes intervenidos, la ruta ofrece una experiencia única que conecta tradición y vanguardia. Edimburgo se presenta así como un laboratorio a cielo abierto en el que la escultura se convierte en lenguaje común entre visitantes y residentes. Un paseo que no solo recorre calles y parques, sino que invita a repensar la manera en que las ciudades pueden integrar el arte en su día a día, haciendo de cada trayecto una oportunidad para la contemplación y la sorpresa.