El monto del depósito —de 5 000, 10 000 o 15 000 dólares— será decidido por los funcionarios consulares en función del análisis individual de cada solicitante, considerando factores como su nacionalidad, riesgo de incumplimiento y situación económica. Aunque generalmente se estima que se impondrá una fianza mínima de 10 000 dólares en la mayoría de los casos, podrá haber excepciones o exenciones según el perfil del aplicante.
Este depósito será reembolsable siempre que el visitante abandone Estados Unidos dentro del periodo autorizado por su visa y cumpla con todas las condiciones establecidas. En cambio, si se excede el tiempo permitido o viola los términos de su estancia, podría perder el total de la fianza, que serviría para cubrir posibles costos asociados a la deportación o trámites administrativos.
Además, se exigirá que los beneficiarios de estas visas ingresen y salgan exclusivamente por determinados puertos fronterizos estadounidenses —como los aeropuertos JFK (Nueva York), Logan (Boston) o Dulles (Washington)— para facilitar el registro automático de entradas y salidas mediante controles biométricos.
Esta iniciativa revive un mecanismo de fianza diplomática ideado en 2020 durante el primer mandato de Donald Trump, que nunca llegó a implementarse debido al colapso del turismo internacional tras la pandemia de COVID‑19. Ahora se retoma en un contexto de endurecimiento general de las políticas de visado, que incluye nuevas entrevistas presenciales para renovaciones y una luz verde para una tarifa adicional de “integridad de visa” de 250 dólares para solicitantes de visas de no inmigrante a partir de 2026.
El Departamento de Estado estima que durante este primer ciclo del programa serían afectados alrededor de 2 000 solicitantes, originando un desembolso acumulado estimado de unos 20 millones de dólares en depósitos, aunque la mayoría sería eventualmente devuelta si se cumple con los términos del visado.
El sector turístico internacional ha reaccionado con inquietud ante esta decisión, advirtiendo que podría desalentar aún más la recuperación del turismo estadounidense, que ya venía registrando caídas de entre el 11 % y el 20 % en visitantes desde el extranjero durante los últimos meses.