Estas experiencias permiten a los visitantes entender la profunda relación entre el cultivo del cacao y la identidad cultural, participar en actividades de recolección y procesamiento, y reconocer el valor simbólico de un cultivo que ha sido llamado “oro negro” por su importancia económica y cultural.
La oferta turística en torno al cacao va más allá de la simple degustación de chocolate; se trata de experiencias vivenciales que integran educación, cultura y sostenibilidad. Los visitantes recorren los sembrados, acompañados por guías locales, y aprenden sobre cada etapa del proceso productivo: desde la plantación y la cosecha de las vainas hasta el secado, tostado y molido de los granos. Al final de estos recorridos, los turistas pueden participar en la elaboración de productos finales, como barras de chocolate artesanal, lo que genera una conexión más profunda con la materia prima y con las prácticas ancestrales que han caracterizado a las comunidades indígenas panameñas por siglos.
Este enfoque en el cacao como elemento central del turismo gastronómico está alineado con la creciente demanda global de experiencias turísticas más auténticas y sostenibles, donde los viajeros no solo consumen un producto, sino que se sumergen en su historia y en las raíces culturales que lo sostienen. El turismo gastronómico, especialmente en torno a productos con gran significado cultural como el cacao, genera beneficios económicos directos para las comunidades locales y contribuye a la conservación de prácticas agrícolas tradicionales que, de otro modo, podrían estar en riesgo debido a las presiones del desarrollo moderno.
La relevancia del cacao panameño no ha pasado desapercibida para chefs y expertos internacionales. Un ejemplo destacado es la atención que ha recibido el cacao orgánico producido por asociaciones indígenas Ngäbe-Buglé, conocido como “Örebä”, que ha atraído el interés de figuras destacadas de la gastronomía mundial. Este tipo de reconocimiento no solo pone en valor la calidad del cacao panameño, sino que también contribuye a posicionar al país en la ruta global de destinos culinarios que valoran la sostenibilidad, la producción artesanal y la integración cultural entre productores y consumidores.
Además de fortalecer el reconocimiento internacional del cacao de Panamá, estas iniciativas turísticas tienen un impacto directo en la economía local. La integración del cacao en circuitos turísticos apoya a más de 1.500 familias que dependen de este cultivo, generando ingresos adicionales a través del turismo rural y comunitario. Los visitantes gastan no solo en experiencias de cacao, sino también en alojamiento, transporte, gastronomía y productos locales, reforzando así la cadena de valor del turismo en regiones como Bocas del Toro, donde antes la oferta se centraba principalmente en paisajes naturales y actividades de playa.
El auge del turismo gastronómico basado en el cacao está íntimamente vinculado a la diversidad cultural y natural de Panamá. El país, que ya se ha destacado por su gastronomía reconocida internacionalmente y por ser un cruce de influencias indígenas, afroantillanas, españolas y asiáticas, encuentra en el cacao un hilo conductor que une pasado y presente. Este enfoque no solo atrae a turistas interesados en la gastronomía, sino también a viajeros que buscan experiencias significativas que conecten con la historia y la sostenibilidad.
La consolidación de Panamá como un destino gastronómico que celebra el cacao y su patrimonio indígena representa una oportunidad para diversificar la oferta turística del país y para reforzar el papel del turismo comunitario como motor de desarrollo sostenible. A medida que más visitantes descubren la riqueza cultural del cacao panameño, se impulsa un modelo de turismo más inclusivo, donde las comunidades locales son protagonistas de sus propias historias y donde el valor de lo ancestral se traduce en experiencias inolvidables para viajeros de todas partes del mundo.