La discusión en el foro no se limitó a la creación de nuevos productos turísticos, sino que abordó con rigor la relación entre el turismo y la vida cotidiana de las comunidades anfitrionas. Los participantes subrayaron la importancia de considerar cuidadosamente los impactos potenciales de cualquier iniciativa turística, incluyendo la degradación ambiental o la presión sobre los recursos locales. La idea central fue que cualquier propuesta de valor turístico debe evaluarse desde la perspectiva de su equilibrio con el bienestar de los residentes, de modo que los beneficios económicos no se logren a costa de la calidad de vida de quien llama hogar al destino.
Para ilustrar este enfoque, Somsak Boonkam, CEO de Local Alike, advirtió contra la tentación de crear versiones “escenificadas” de la cultura local exclusivamente para el consumo turístico. En su opinión, los visitantes actuales no desean observar la vida local desde la distancia, sino interactuar con ella de manera significativa, participando activamente en experiencias que reflejen la realidad de la comunidad. Este planteamiento lleva implícita una transformación de los roles tradicionales en el turismo: el viajero deja de ser tratado como un “rey” que consume servicios, para convertirse en un “estudiante” que aprende; y el residente pasa de ser un “proveedor de servicios” a desempeñar el rol de “anfitrión” o “maestro” que comparte su conocimiento, sus tradiciones y su forma de vida.
Sin embargo, la implementación de este nuevo paradigma exige una metodología estricta para salvaguardar la esencia y la integridad de las comunidades. Tanto Pearson como Boonkam coincidieron en que el desarrollo de micro-experiencias debe ser un proceso de co-descubrimiento entre operadores turísticos y residentes locales, partiendo de lo que los propios habitantes consideran valioso o distintivo de su cultura. Esto implica no únicamente preguntar qué se podría vender al turista, sino identificar y co-diseñar aquello que los locales sienten con orgullo y desean compartir.
Otra dimensión clave del enfoque es la gestión de la capacidad y la comercialización de estos productos. En lugar de fomentar un turismo de gran volumen, se propuso establecer límites de participantes para garantizar una experiencia más profunda y significativa. Asimismo, al posicionar estas experiencias como productos premium —por ejemplo, la oportunidad de aprender técnicas ancestrales con un maestro artesano local— se busca atraer a un segmento de viajeros dispuestos a pagar más por lo auténtico, generando ingresos que contribuyan directamente a la conservación de tradiciones y entornos culturales.
En la conclusión de su intervención, Pearson enfatizó que el turismo con impacto no siempre requiere inversiones cuantiosas ni la construcción de infraestructuras complejas. Subrayó que muchas de las riquezas que diferencian a un destino ya existen dentro de la comunidad y su entorno; la clave está en identificarlas, valorarlas y diseñar formas respetuosas de presentarlas al visitante. Este enfoque, según los expertos, no solo responde a las expectativas de los viajeros contemporáneos, sino que también puede fortalecer la sostenibilidad social, cultural y económica de los destinos turísticos en el largo plazo.
La adopción de micro-experiencias representa, en esencia, un cambio estratégico y cultural para el sector turismo: de una lógica centrada en la cuantía a una basada en la calidad, la profundidad de la experiencia y el respeto por las comunidades receptoras, abriendo un camino hacia un desarrollo más equitativo, sostenible y mutuamente beneficioso para todos los actores involucrados.