Según estadísticas regionales, el Triángulo Norte de Centroamérica —Guatemala, El Salvador y Honduras— recibió en los primeros cinco meses de 2025 un total de US$ 18,547.1 millones, de los cuales Guatemala absorbió US$ 9,908.3 millones, equivalente al 53.4 % del total, y un crecimiento interanual del 16.4 %..
En una perspectiva macroeconómica, estas remesas equivalen aproximadamente al 14.6 % del PIB guatemalteco, ubicando al país entre los principales receptores de remesas como proporción de su economía, junto a El Salvador, Honduras y Nicaragua.
Más allá de su peso cuantitativo, el estudio advierte sobre la naturaleza del uso de los fondos: predominan los gastos de consumo familiar, educación y vivienda, mientras que solo una pequeña fracción se destina a ahorro o inversión productiva. Esto limita el efecto multiplicador de las remesas en el desarrollo económico a largo plazo.
Los autores del informe advierten que, aunque las remesas son vitales para la estabilidad económica y el bienestar familiar, existe una dependencia estructural que expone a la economía nacional a vulnerabilidades externas y cambios regulatorios internacionales. De hecho, propuestas de impuestos sobre remesas en países como Estados Unidos —por ejemplo, un gravamen del 5 % a transferencias de migrantes indocumentados— podrían encarecer esas transacciones y afectar tanto a familias como a gobiernos latinoamericanos que dependen de esos fondos.
El documento también resalta que las remesas funcionan como seguro económico en situaciones adversas. A pesar de shocks externos o crisis, los envíos de dinero tienden a mantenerse o incluso aumentar, ofreciendo un amortiguador a los hogares vulnerables y contribuyendo a la resiliencia del consumo interno.
No obstante, se advierte sobre la necesidad de políticas públicas que transformen estos flujos en herramientas de desarrollo sostenible. El estudio propone impulsar la inclusión financiera para los receptores, incentivar la destinción productiva del dinero enviado y fomentar mecanismos para canalizar remesas hacia inversión en emprendimientos, vivienda formal y ahorro a largo plazo.
Además, el contexto demográfico juega un papel relevante: aproximadamente el 10 % de la población guatemalteca reside en Estados Unidos, y muchos migrantes envían remesas mensualmente, con montos promedio de entre 200 y 300 dólares. El mayor impacto recae sobre las comunidades rurales y los hogares más pobres, que dependen de estos pagos para cubrir necesidades básicas.
Finalmente, el estudio señala que las remesas constituyen más que un envío unilateral de dinero; actúan como motor económico, sostén social y vínculo transnacional entre comunidades dispersas. Sin embargo, el reto está en convertir ese flujo constante de recursos en palanca para un crecimiento inclusivo y menos dependiente, mediante acciones coordinadas y medidas que alineen el envío de remesas con políticas de desarrollo nacional.