En 2024, el impacto económico quedó patente: entre abril y octubre se registraron cerca de tres millones de pernoctaciones, generando un caudal de ingresos turísticos estimado en 400 millones de euros, buena parte provenientes de compras de alto valor. El gasto diario por turista en Saint‑Tropez casi duplica a la media de la región del Var, alcanzando 127 euros frente a los 66 euros.
El tejido económico local también se nutre de esta intensa actividad: el comercio de moda representa el 14,8 % del empleo en la zona, mientras que hostelería y gastronomía suman el 15,3 %. Grandes maison reclutan temporalmente asistentes de ventas, directores de boutique, estilistas y visual merchandisers, reforzando un ecosistema profesional especializado en comunicación, marketing y experiencias inmersivas.
Un ejemplo relevante de esta tendencia fue la inauguración de una tienda efímera de Massimo Dutti, en la que el diseño de moda se fusionó con arte contemporáneo. Ubicada en Rue Général Allard, la pop‑up operó del 27 de junio al 31 de octubre de 2025, exhibiendo la colección Primavera‑Verano y presentando una intervención artística del dúo catalán ELIURPI. Esta colaboración marcó un claro deseo de ofrecer a sus visitantes una experiencia más allá del estilismo, invitando a una vivencia multisensorial donde moda, arte y gastronomía se entrelazan.
Saint‑Tropez también destaca este verano por las colaboraciones entre marcas de moda y clubes de playa de prestigio. Casas como Loro Piana, Jacquemus, Dior o Dolce & Gabbana han transformado espacios como La Réserve à La Plage o los clubes de Pampelonne en zonas tematizadas donde el diseño, la decoración y el lifestyle se convierten en experiencias tangibles. El proyecto de Loro Piana en Saint‑Tropez, junto con otros pop‑ups de moda en ubicaciones del Mediterráneo, subraya cómo estos destinos se consolidan como plataformas de marketing estacional para la industria del lujo.
Estas acciones tienen impacto directo en la proyección global de la ciudad. Saint‑Tropez ofrece un balance difícil de replicar: lujo discreto, vistas icónicas, infraestructura hotelera de primer nivel—aproximadamente el 40 % de los alojamientos son de cuatro y cinco estrellas—y alta ocupación turística internacional, con el 70 % de sus visitantes procedentes del extranjero. Todo ello crea una lujosa arquitectura para la moda veraniega.
Pero Saint‑Tropez también debe afrontar el reto de preservar su identidad local frente a la presión del escaparate global: el equilibrio entre identidad tropical autóctona y su convertido rol símbolo del lujo internacional exige una gestión cuidadosa para evitar la homogeneización cultural y asegurar que el enclave turístico no pierda su autenticidad.
La moda, en este contexto, actúa como fuerza central del turismo. No solo se trata de piezas exclusivas y compras de alto nivel, sino de experiencias vividas: instalaciones efímeras, activaciones en playa, clubes de diseño, gastronomía con identidad, y eventos pop-up que alimentan la narrativa de la ciudad como destino aspiracional. Este fenómeno refuerza el soft power de Saint‑Tropez, consolidándola como escenario veraniego donde marcas globales pueden conectar intensamente con su público, reinventar sus formatos de venta y vivenciar su universo cosmético en un entorno privilegiado.
Este verano, como cada año, Saint‑Tropez no solo celebra la moda: la encarna, la experimenta y la proyecta como fuerza económica y cultural. Bajo un cielo mediterráneo y rodeada de yates y palmeras, las marcas más influyentes del lujo encuentran en cada desfile efímero, en cada boutique pop‑up, una oportunidad para reforzar su presencia mundial. Con ello, Saint‑Tropez reafirma su liderazgo como destino donde el turismo de élite y el retail de alta gama convergen en una experiencia veraniega irrepetible.