Profesionales del sector compartieron estrategias eficaces para afrontar los días de mayor afluencia. Desde la optimización del flujo de pasajeros hasta la creación de itinerarios culturales, se presentó una nueva forma de concebir el turismo: uno que sume valor auténtico al destino y no lo desborde. Un día intenso — explicaron— bien gestionado puede convertirse en una oportunidad para mostrar la riqueza local en vez de saturarla .
El papel de las administraciones y empresas locales es crucial. No basta con recibir turistas; hay que ofrecer experiencias auténticas que reflejen la identidad de cada lugar. Para ello, se presentó una visión compartida de colaboración público-privada, donde ayuntamientos, armadores, hosteleros y autoridades portuarias trabajen en conjunto para articular una oferta sostenible y atractiva.
Durante la Asamblea, destacó también la relevancia de la creación de observatorios y sistemas de información que permitan una gestión basada en datos. El intercambio de información entre destinos que actúen como espejo — inspirados en el modelo exitoso de observatorios medioambientales— facilita la implementación de buenas prácticas y políticas efectivas.
El planteamiento actual del turismo de cruceros en el Mediterráneo es una invitación generalizada a romper con los sistemas convencionales. Atrás quedan los días en que se premiaba únicamente el volumen de turistas. El futuro exige un enfoque integral, donde la sostenibilidad ambiental, la inclusión social, el dinamismo económico y la satisfacción del turista conformen un equilibrio virtuoso. En este nuevo paradigma, los cruceros no deben ser vistos como meros vectores de consumo masivo, sino como catalizadores de desarrollo local, siempre que se planifiquen con responsabilidad.
Si bien el crecimiento sigue siendo un objetivo, ahora se acompaña con criterios rigurosos: protección de ecosistemas, generación de empleo verde, dignificación del paisaje urbano y fortalecimiento cultural. De este modo, cada escala se convierte en una oportunidad para enriquecer un destino, no para explotarlo.
Desde este punto de vista, la transformación es profunda: el liderazgo ya no se define sólo por quien recibe más barcos, sino por quien logra convertir esa llegada en un retorno sostenible y justo. Las ciudades y regiones mediterráneas más exitosas serán aquellas que gestionen su capacidad, diversifiquen experiencias, adopten tecnologías limpias y generen un impacto tangible en la vida local.
Esta nueva visión coloca al Mediterráneo como epicentro de la revolución del turismo de crucero: no ya un destino pasivo, sino un protagonista activo; no ya un receptor de masas, sino una comunidad empoderada; no ya un escenario masificado, sino un espacio regenerado y enriquecido. Ese es el compromiso adquirido en Cartagena, y esa es la ruta que el Mediterráneo está decidido a liderar.