En los últimos años, el turismo de cruceros ha registrado un notable crecimiento en el Mediterráneo, y en particular en Grecia, que se ha convertido en uno de los destinos predilectos para este tipo de viajes. Islas como Mykonos y Santorini, famosas por sus casas encaladas, paisajes de postal y puestas de sol inolvidables, han sido testigos de una afluencia diaria de miles de visitantes en temporada alta, muchos de los cuales llegan por vía marítima en escalas de pocas horas. Esta concentración de personas en espacios reducidos ha generado no solo problemas logísticos y de movilidad, sino también un creciente malestar entre los habitantes locales, que ven cómo su calidad de vida y sus recursos se ven tensionados por la demanda turística.
El Gobierno griego ha señalado que los fondos recaudados mediante esta tasa no tendrán un carácter meramente recaudatorio, sino que se destinarán a acciones concretas para reforzar la sostenibilidad del turismo. Entre las posibles inversiones se contemplan mejoras en infraestructuras portuarias, sistemas de transporte urbano, gestión de residuos, servicios de emergencia, promoción de prácticas sostenibles entre los visitantes, y conservación de los entornos culturales y naturales. De este modo, el país pretende equilibrar los beneficios económicos que aporta el turismo con la necesidad de preservar sus destinos a largo plazo.
La medida ha sido bien recibida por algunas autoridades locales y sectores del ámbito turístico que llevan tiempo reclamando mecanismos para mitigar el impacto de la masificación. También ha sido respaldada por organizaciones vinculadas al turismo sostenible, que valoran positivamente la voluntad política de actuar antes de que los efectos del turismo descontrolado sean irreversibles. Sin embargo, también han surgido voces críticas, especialmente entre ciertos operadores turísticos y navieras que consideran que esta tasa podría desincentivar la llegada de cruceros o encarecer la experiencia del viajero.
Desde el Ministerio de Turismo griego se ha insistido en que la tasa de 20 euros no supondrá una carga excesiva para el visitante, especialmente si se tiene en cuenta el coste medio de los cruceros por el Mediterráneo. Además, destacan que otras ciudades europeas, como Venecia o Barcelona, ya han adoptado medidas similares para regular la presión turística. El objetivo, subrayan, no es reducir el número de turistas, sino garantizar que su visita contribuya de forma más equitativa y responsable al desarrollo local y a la conservación del destino.
Grecia se enfrenta a un momento clave en la evolución de su modelo turístico. Tras la recuperación de la pandemia, el país ha vuelto a registrar cifras récord de llegadas, consolidándose como uno de los grandes destinos del sur de Europa. No obstante, este éxito trae consigo el reto de gestionar el crecimiento de manera sostenible. La tasa para cruceristas en Santorini y Mykonos se enmarca dentro de una visión más ambiciosa que incluye la diversificación de productos turísticos, la promoción de destinos menos saturados, la digitalización de la gestión del flujo de visitantes y la cooperación con el sector privado para implementar buenas prácticas.
Además, esta política se suma a una tendencia global en la que las grandes capitales y destinos turísticos del mundo están repensando la forma en que gestionan la llegada masiva de turistas. El turismo de calidad, la sostenibilidad y el respeto por las comunidades anfitrionas se han convertido en pilares clave de las nuevas estrategias. En este sentido, Grecia busca posicionarse no solo como un destino atractivo, sino también como un ejemplo de responsabilidad turística.
El impacto de la tasa será evaluado durante los próximos meses, y las autoridades han dejado abierta la posibilidad de ajustar el mecanismo según los resultados y las dinámicas de cada isla. Lo que sí parece claro es que el turismo de cruceros en el Mediterráneo está entrando en una nueva etapa, en la que la planificación y la regulación serán fundamentales para preservar aquello que lo hace único.
Con esta medida, Grecia lanza un mensaje firme a favor de un turismo más equilibrado, en el que el desarrollo económico y la protección de los destinos vayan de la mano. Santorini y Mykonos, joyas del Egeo, seguirán recibiendo a miles de viajeros, pero con una mirada más atenta al futuro.