La ministra de Comercio e Industria de Noruega, Cecilie Myrseth, explicó que el diseño del nuevo impuesto contempla una gestión descentralizada. En otras palabras, los municipios tendrán la autonomía para decidir si implementan o no la tasa, y podrán ajustarla en función de sus necesidades específicas y la estacionalidad. Esto permitirá aplicar la tarifa solo en los períodos del año en que la afluencia turística resulte más intensa, evitando así penalizar innecesariamente al visitante durante temporadas bajas.
Los fondos recaudados con este nuevo mecanismo no irán al gobierno central, sino que serán gestionados directamente por las autoridades locales. Esta característica ha sido especialmente bien recibida por los ayuntamientos de las zonas más visitadas, que ven en esta medida una oportunidad para mejorar infraestructuras turísticas esenciales, reforzar la seguridad de los espacios naturales y conservar el patrimonio medioambiental que atrae a miles de turistas cada año.
No obstante, la iniciativa ha generado debate dentro del propio sector turístico noruego. Algunas asociaciones empresariales han expresado su preocupación por el posible impacto negativo que este impuesto podría tener en la competitividad del país frente a otros destinos escandinavos o europeos que aún no aplican tasas similares. Señalan que la imposición de nuevas cargas económicas puede disuadir a parte del turismo internacional, especialmente en un contexto de inflación y aumento general de precios en la industria de los viajes.
A pesar de las críticas, el gobierno sostiene que la medida no solo es necesaria, sino que forma parte de una tendencia internacional cada vez más extendida. Ciudades como Venecia, Ámsterdam, Barcelona o Dubrovnik ya han implementado mecanismos similares, y países como Islandia o Nueva Zelanda también han planteado sistemas de financiación turística basados en impuestos de visitante. La Organización Mundial del Turismo ha respaldado este tipo de políticas, siempre que los recursos recaudados se reinviertan directamente en la mejora de la experiencia del turista y en la preservación del destino.
De aprobarse, el impuesto noruego se convertirá en una herramienta clave para garantizar un turismo más equilibrado, inclusivo y respetuoso con el entorno. La medida forma parte de una estrategia nacional más amplia para gestionar los flujos turísticos y promover un desarrollo más sostenible. Esta estrategia también incluye la promoción de destinos menos conocidos, la desestacionalización de la oferta y el impulso al turismo de naturaleza con bajo impacto.
A nivel local, algunas ciudades como Tromsø, Bergen o Stavanger ya han manifestado su interés en aplicar el nuevo impuesto, viendo en él una oportunidad para profesionalizar aún más sus estructuras de recepción turística y para minimizar los efectos colaterales del turismo masivo, como la congestión del tráfico, el aumento de precios en viviendas y servicios, o el deterioro de los espacios naturales.
La propuesta de Noruega refleja un esfuerzo deliberado por mantener un equilibrio entre el crecimiento económico generado por el turismo y la necesidad de proteger los recursos que lo sustentan. La implementación de esta tasa, si se gestiona con transparencia y eficacia, podría convertirse en un modelo de referencia para otros países que enfrentan desafíos similares. Noruega, con su reconocida apuesta por la sostenibilidad, da así un paso más en su objetivo de liderar un modelo turístico global más consciente, más justo y más resiliente.