Alemania se ha consolidado como el principal país emisor, con más de 1 millón de visitantes en lo que va de año, lo que refuerza los lazos turísticos tradicionales entre ambos países. Rusia ocupa el segundo lugar, con 966.000 turistas, a pesar de las tensiones geopolíticas que afectan a la región. Por su parte, Irán, Bulgaria y Reino Unido completan el top cinco, reflejando la diversidad de perfiles y orígenes que el destino turco logra atraer. Esta amplia procedencia de visitantes confirma la eficacia de la política de internacionalización del turismo impulsada desde Ankara, que ha sabido adaptarse a las nuevas demandas del mercado global y responder con agilidad a los cambios en los patrones de movilidad internacional.
Uno de los factores clave que explican este éxito es la capacidad de Turquía para ofrecer experiencias integrales en múltiples segmentos. Desde el turismo cultural en lugares como Capadocia, Éfeso o Troya, hasta el turismo de sol y playa en las costas del Egeo y el Mediterráneo, pasando por el creciente interés en el turismo de salud y bienestar, el país ha desarrollado una oferta versátil capaz de satisfacer los intereses de distintos perfiles de viajeros. Además, el turismo religioso, con enclaves de gran valor para el cristianismo, el islam y otras tradiciones, está ganando protagonismo como parte de una estrategia que apuesta por el turismo con identidad.
Las inversiones en conectividad aérea, en renovación hotelera y en sostenibilidad también están jugando un papel fundamental en este crecimiento. Turkish Airlines, con una de las redes más extensas del mundo, ha contribuido decisivamente a posicionar Estambul como un hub global. Paralelamente, las campañas de promoción lanzadas por la Agencia de Promoción y Desarrollo Turístico de Turquía (TGA) están reforzando la marca “Go Türkiye” en mercados clave, con una narrativa centrada en la autenticidad, la hospitalidad y la diversidad cultural del país.
El buen desempeño turístico de Turquía no solo tiene repercusiones económicas inmediatas, sino que también plantea desafíos de cara al futuro. La gestión del crecimiento, la protección del patrimonio natural y cultural, y la apuesta por un turismo más sostenible y responsable serán temas cruciales en la agenda del gobierno y del sector privado en los próximos años. La necesidad de evitar la masificación en ciertos enclaves y de distribuir mejor los flujos turísticos por todo el territorio se perfila como una prioridad para garantizar que el éxito no comprometa la calidad de la experiencia ni el bienestar de las comunidades locales.
En este contexto, Turquía parece decidida a mantener su trayectoria ascendente sin perder de vista la sostenibilidad y la innovación como pilares de su desarrollo. El récord de 8,8 millones de turistas internacionales en apenas cuatro meses es mucho más que una cifra: es el reflejo de un país que ha sabido convertir su diversidad geográfica, cultural y humana en una ventaja competitiva real. Mientras continúa atrayendo a millones de visitantes, Turquía se afianza como un actor clave en el escenario turístico mundial, capaz de marcar tendencia y de ofrecer un modelo adaptado a los desafíos del turismo del siglo XXI.