El enoturismo es mucho más que visitar una bodega: es un viaje al origen del paisaje, a la memoria de las comunidades y a la creatividad de quienes interpretan la uva con mirada contemporánea. Es gastronomía de proximidad y maridajes que respetan la estacionalidad; es arquitectura que dialoga con el entorno, es artesanía, arte y patrimonio, es música entre barricas y vendimias participativas, es senderismo entre cepas y bicis por caminos rurales, es descanso en alojamientos con identidad y servicios diseñados para que cada detalle cuente. Y, sobre todo, es un motor económico que dinamiza territorios, fija población y abre oportunidades para jóvenes y para mujeres que lideran proyectos con perspectiva de futuro, sostenibilidad e innovación.
En este día especial, reconocemos el esfuerzo de miles de pequeñas y medianas bodegas que, con creatividad y profesionalidad, elevan la experiencia del visitante desde la autenticidad. Valoramos la apuesta por la sostenibilidad que se expresa en suelos vivos, uso eficiente del agua, energías renovables, construcción bioclimática y movilidad responsable, así como en la preservación de variedades autóctonas y en la protección de corredores ecológicos que hacen del viñedo un ecosistema en equilibrio. Aplaudimos, igualmente, a las grandes marcas que abren sus instalaciones y comparten conocimiento, creando espacios de aprendizaje y disfrute que acercan al público a la ciencia y al arte de la vinificación, a la vez que fomentan buenas prácticas y estándares de calidad.
Nuestro reconocimiento se extiende a las instituciones públicas y alianzas público-privadas que impulsan planes de destino, señalización de rutas, formación continua y acciones de promoción internacional. Sin su labor, sería difícil consolidar productos que integran vino, paisaje, cultura y bienestar, ni articular calendarios de eventos capaces de alargar la temporada, distribuir flujos y promover un turismo respetuoso y de alto valor añadido. Del mismo modo, agradecemos a universidades y centros de I+D su contribución al conocimiento aplicado —desde la viticultura de precisión hasta la analítica sensorial— y su transferencia al tejido empresarial mediante programas de prácticas, incubadoras y laboratorios de innovación turística.
El enoturismo también vive una revolución digital que merece ser celebrada: herramientas de reserva y ticketing que facilitan la experiencia, contenidos inmersivos que preparan y prolongan la visita, métricas que ayudan a gestionar la capacidad de carga y a personalizar el servicio, y narrativas transmedia que conectan con nuevas audiencias sin perder la esencia de la tradición. En paralelo, crece el compromiso con la accesibilidad universal, con itinerarios, recursos y servicios pensados para todas las personas, independientemente de su edad o condición, porque la cultura del vino es un patrimonio que se enriquece al compartirse sin barreras.
Hoy, en nombre de quienes creen que el turismo puede y debe ser un aliado del territorio, levantamos la copa por cada proyecto que promueve el consumo responsable, por cada experiencia que educa el paladar y la mirada, por cada iniciativa que suma valor a la vida local. Animamos a los destinos a seguir tejiendo redes entre bodegas, restaurantes, alojamientos, museos, festivales y mercados; a los profesionales a continuar formándose y colaborando; a los viajeros a elegir propuestas auténticas y respetuosas; y a los medios a seguir amplificando buenas prácticas que inspiran. Que este Día Mundial del Enoturismo sea, una vez más, un punto de encuentro para renovar compromisos, para celebrar los logros y para proyectar juntos una hoja de ruta donde la calidad, la sostenibilidad, la innovación y la hospitalidad sigan siendo las señas de identidad. ¡Feliz Día Mundial del Enoturismo! Brindemos por el trabajo bien hecho y por todo lo que está por venir.