No obstante, la propuesta ha sido recibida con críticas rotundas por parte de asociaciones de protección animal, que la califican como “un error que daña la imagen de la región”. En su opinión, la medida podría penalizar a quienes cuidan responsablemente de sus mascotas y proyectar una imagen hostil hacia los animales, al tratarlos como simples contribuyentes.
Detrás del gravamen está una estrategia municipal para gestionar de forma más equitativa los costos que genera el turismo en zonas sensibles, especialmente en áreas de montaña como Bolzano, puerta de entrada a las Dolomitas. En temporadas altas, la afluencia de visitantes —muchos acompañados de perros— genera presión sobre el sistema de limpieza, recolección de desechos y mantenimiento del mobiliario urbano. La ciudad entiende que parte del coste debería recaer en quienes generan ese uso específico.
La aplicación práctica del impuesto plantea múltiples interrogantes: ¿cómo se controlará el número de perros que cada visitante entra a la ciudad? ¿Cómo se verificará que se ha pagado la tasa? ¿Existirá algún tipo de exención para animales guía, mascotas de larga estancia o condiciones especiales? Hasta ahora, el ayuntamiento no ha publicado todos los detalles operativos, lo que alimenta la incertidumbre entre turistas y residentes. Tampoco se ha definido cuántas mascotas por hogar estarán permitidas antes de aplicar penalizaciones adicionales.
Uno de los puntos de mayor controversia es el efecto simbólico que la iniciativa puede tener: al gravar a los perros como si fueran propiedades gravables, algunos critican que se envía un mensaje inapropiado sobre el carácter de los animales. Para los defensores de los derechos de los animales, esta medida no discrimina entre dueños responsables o negligentes; todos pagarían lo mismo, sin importar el comportamiento de las mascotas. Así pues, se considera que la tasa no incentiva la responsabilidad ni mejora necesariamente la convivencia entre peatones y mascotas.
Aun así, las autoridades municipales aseguran que esta recaudación servirá además para crear infraestructuras adaptadas, como zonas específicas para perros, servicios de recolección exclusiva y mantenimiento de áreas verdes destinadas al esparcimiento canino. Con ello pretenden que tanto visitantes como residentes se beneficien de un entorno más limpio, ordenado y amigable. La legitimidad de imponer este impuesto reside, según los concejales, en el principio de “quien contamina paga”.
Si bien Bolzano es hasta ahora el único municipio conocido que ha adoptado esta medida, su iniciativa podría generar precedentes en otras localidades turísticas que buscan nuevas fuentes de financiación para los servicios públicos. Países que reciben grandes flujos de turistas también han aplicado tasas coyunturales (por noche de hotel, entradas a ciertas zonas protegidas, etc.), pero extender el gravamen a los animales representa un salto cualitativo y simbólico.
Para los visitantes que planean viajar con sus perros, la medida supone un coste adicional que hasta ahora no existía en la gran mayoría de destinos europeos. En el caso de una estancia de 5 días con un perro, el coste extra sería de 7,50 euros, cifra que puede parecer modesta, pero que suma si se viaja con más de un animal o con varias mascotas. A ello se añade la incertidumbre operativa para el turista: ¿quién cobrará la tasa, dónde se pagará, cuáles serán las sanciones en caso de no hacerlo?
Bolzano se propone que esta medida entre en vigor a partir del próximo año. En las próximas semanas, se espera que el ayuntamiento publique reglamentos completos y pliegos operativos para su implementación. Mientras tanto, asociaciones de turismo ya advierten que la medida podría disuadir a quienes planeen viajes con sus mascotas, provocando un efecto contraproducente en la oferta turística local.
Bolzano ha decidido adoptar un modelo pionero en el que los perros también se consideran sujetos de contribución cuando acompañan a sus dueños en visitas turísticas o residen localmente. La medida, que combina criterios recaudatorios con objetivos de orden urbano, ha encendido un debate entre la justicia distributiva, la protección animal y el papel del turismo en el crecimiento municipal. El tiempo dirá si esta apuesta será vista como un acierto innovador o un despropósito con efectos negativos para la imagen del destino.