A escala nacional, la estrategia se apoya en la iniciativa “Shopping in China”, concebida para transformar la popularidad turística en consumo medible y de alto valor añadido. Las autoridades y los analistas económicos la describen como una respuesta coordinada para desbloquear el potencial de gasto, integrando mejoras de servicio, más puntos de venta con oferta internacional y un relato de marca país que vincula patrimonio, cultura contemporánea y compras sin fricciones. La narrativa combina espectáculos y festivales urbanos, barrios históricos revitalizados y centros comerciales de nueva generación, con el objetivo de que el viajero extienda su estancia y distribuya su gasto en distintas ciudades y regiones.
El componente de acceso es otro pilar. La extensión del régimen de exención de visado a más de 70 países ha reducido barreras para el turismo emisivo hacia China, impulsando las reservas y simplificando la planificación para viajeros de Europa, América Latina, Asia y Oriente Medio. Aunque continúan vigentes requisitos diferenciados para algunos mercados —que pueden acogerse a escalas sin visado de hasta diez días—, la relajación de políticas ha sido un catalizador para el retorno del turismo internacional y, con ello, del gasto asociado a compras. Esta agenda se complementa con mejoras en pagos móviles, señalética multilingüe y asistencia en establecimientos, elementos que convierten la experiencia de compra en un itinerario cómodo y seguro.
El impulso comercial no oculta los matices del ciclo. Tras un 2024 irregular para el duty free de Hainan, con descensos en ventas y visitantes frente al año previo, la hoja de ruta actual se centra en estabilizar la demanda, sofisticar la oferta y blindar la competitividad frente a destinos alternativos que también compiten por el viajero comprador. En este contexto, el país ha redoblado su marketing internacional, ha afinado campañas digitales y ha tejido alianzas con aerolíneas, turoperadores y marcas globales para reposicionar sus ciudades como hubs de experiencia y consumo. La expectativa es que la combinación de acceso, ventajas fiscales y curaduría de productos impulse la conversión y la repetición.
Para el sector privado, el momento abre ventanas claras de inversión. Marcas y retailers encuentran condiciones favorables para crear flagships, corners y pop-ups en destinos con alto flujo, mientras los operadores turísticos integran rutas de compras en itinerarios culturales y gastronómicos, con valor añadido en la personalización y el servicio posventa transfronterizo. La actualización de categorías duty free —que ya incluye segmentos como accesorios para mascotas o instrumentos musicales portátiles— ampliará públicos y ticket medio, al tiempo que la digitalización permitirá experiencias omnicanal con compra, envío y devolución simplificados para visitantes extranjeros.
En conjunto, China está convirtiendo la visita en un recorrido de valor: museos y mercados artesanales por la mañana, espectáculos y gastronomía local por la tarde, y centros comerciales de referencia al caer la noche, con facilidades de pago y devoluciones de impuestos que reducen fricciones. Si a ello se suma el calendario de eventos y campañas de consumo, la propuesta de “viajar y comprar” adquiere coherencia territorial y temporal, distribuyendo el gasto más allá de las capitales habituales y acercándolo a ciudades emergentes con creciente músculo retail. La apuesta es clara: transformar el interés por el destino en impacto económico tangible para toda la cadena de valor turística, con compras como hilo conductor de una experiencia que combina cultura, tecnología y hospitalidad.