El diálogo político ha sido intenso. Los ministros de Exteriores mantuvieron reuniones en El Cairo para aclarar el alcance real del fallo. Egipto reiteró que el acceso de la comunidad y su función espiritual no estaban en riesgo. El presidente Abdel Fattah el-Sisi ya había transmitido a Mitsotakis su voluntad de preservar el “estatus religioso único” de Santa Catalina.
El entendimiento llega en un contexto de cooperación creciente entre ambos países. Grecia y Egipto han estrechado lazos en energía, seguridad y conectividad mediterránea. Ahora esa sintonía se traslada al terreno patrimonial y devocional.
Para la comunidad monástica, el resultado supone alivio y certidumbre. La continuidad del culto queda amparada por un marco jurídico claro. El conjunto arquitectónico y su valiosa biblioteca de manuscritos antiguos podrán planificar conservación, seguridad y recepción de visitantes con reglas previsibles.
Para Egipto, el acuerdo confirma que la modernización normativa puede convivir con el respeto a enclaves sagrados. La propiedad pública del suelo no implica limitar el uso religioso. Implica, más bien, clarificar competencias y procedimientos administrativos.
El turismo también sale reforzado. Se reducen los rumores sobre un cierre o una museificación del monasterio. Turoperadores, universidades e instituciones culturales ganan visibilidad sobre los protocolos de visita, investigación y préstamo. La temporada alta de peregrinaciones contará con un mensaje unívoco: el monasterio permanece abierto y protegido.
El reto, a partir de ahora, es operativo. Habrá que traducir el texto del acuerdo en medidas concretas de señalización, conservación y control de flujos. También en mecanismos de mediación con las comunidades vecinas. La prioridad es preservar la serenidad alcanzada en la negociación.
Santa Catalina es Patrimonio de la Humanidad y un símbolo de convivencia histórica para cristianos, musulmanes y judíos. Su gestión exige equilibrios entre jurisdicción civil, derechos históricos y sensibilidad religiosa. El caso ilustra que los lugares sagrados son también espacios de diplomacia paciente y de buena administración.
Cuando la diplomacia y la técnica avanzan juntas, ganan la fe, la cultura y el desarrollo local. Ese es el espíritu del acuerdo que hoy asegura el futuro del monasterio más antiguo en funcionamiento continuo del mundo.