Según explicó el arqueólogo Mkrtich Zardaryan, responsable de la expedición y jefe del Departamento de Arqueología Armenia Antigua del Instituto de Arqueología y Etnografía, las dataciones por radiocarbono sitúan la construcción en la primera mitad del siglo IV. Esa cronología respalda su condición de templo cristiano más temprano arqueológicamente documentado en Armenia. La precisión científica de la datación añade solidez a un relato histórico que hasta ahora dependía sobre todo de fuentes escritas.
El diseño octogonal, completado con brazos cruciformes, apunta a un programa litúrgico sofisticado. El espacio central habría concentrado la luz y la atención del culto, mientras que las alas permitían la circulación y la distribución de los oficios. Por escala y simbología, todo indica que nos hallamos ante un edificio de alto rango, asociado a una comunidad influyente en un enclave de relevancia política y urbana desde la Antigüedad.
La proximidad de Khor Virap aporta una capa adicional de lectura cultural y devocional. El paisaje sagrado de la zona refuerza el valor del descubrimiento para comprender los primeros siglos del cristianismo armenio. Aunque por ahora no se han divulgado materiales ornamentales o decorativos asociados, la planta, la técnica constructiva visible en los cimientos y la datación radiométrica permiten trazar comparaciones con arquitecturas protobizantinas tempranas.
El significado del hallazgo se expande más allá de la arqueología pura. Por un lado, ofrece evidencia material temprana que dialoga con la memoria histórica del país. Por otro, abre una vía de investigación sobre técnicas constructivas, circulación de maestros y redes de intercambio artístico en el valle del Araks. También invita a reconsiderar el mapa de influencias entre Armenia, el mundo romano oriental y los reinos vecinos en el siglo IV.
Desde la perspectiva de la gestión patrimonial, la identificación de una estructura de estas dimensiones exige una estrategia integral. Harán falta estudios geotécnicos para estabilizar los cimientos, medidas de conservación in situ para protegerlos de la intemperie y un plan de investigación escalonado que combine excavación, registro 3D y análisis de laboratorio. La puesta en valor deberá equilibrar acceso público, protección y divulgación responsable.
A medio plazo, el sitio podría incorporarse a rutas culturales que conecten Artashat con Khor Virap y otros hitos del entorno. Este itinerario contribuiría a un turismo de conocimiento, con beneficios económicos y educativos para las comunidades locales. La cooperación entre especialistas armenios y alemanes, ejemplar en esta campaña, acelera la transferencia de metodologías avanzadas y sienta las bases para proyectos formativos y de publicación conjunta.
Los próximos pasos incluyen delimitar fases constructivas, verificar posibles remodelaciones y estudiar en detalle morteros, cerámicas y restos orgánicos asociados. Estos análisis permitirán afinar la cronología y reconstruir prácticas litúrgicas, dinámicas de congregación y circulación de bienes. Paralelamente, será clave el diálogo con museos y administraciones culturales para diseñar exposiciones, materiales didácticos y recorridos interpretativos.
Más allá del impacto académico, el descubrimiento tiene un potente valor simbólico para la sociedad armenia. Aporta un testimonio tangible de la temprana adopción del cristianismo y de la capacidad creativa con que se tradujo esa fe en arquitectura. Convertir esta noticia en un proyecto de país implica mantener el equilibrio entre investigación, conservación y comunicación pública. Ese triángulo virtuoso hará que un hallazgo sobresaliente se transforme en legado compartido.
Con los estudios en curso, la iglesia recién identificada se perfila como una pieza mayor para la historia del arte y la arqueología del Cáucaso. Su análisis promete revelar nuevas claves sobre los primeros capítulos de la arquitectura sacra en Armenia y reforzar, con evidencias sólidas, la narrativa de un patrimonio que aún guarda secretos bajo la tierra.