Una de las palancas silenciosas de ese liderazgo ha sido la cooperación entre actores. En Helsinki, la sostenibilidad turística no se limita a la huella de carbono del visitante: abarca cómo se produce la energía, qué proveedores se contratan, cómo se mueve la gente, qué estándares rigen los eventos y hasta qué garantías ofrecen los hoteles. Un dato elocuente: hasta el 99% de las habitaciones en establecimientos de más de 50 cuartos cuentan con certificación ambiental, un nivel muy por encima de la media europea. Este tejido certificado facilita que ferias y congresos reduzcan sus impactos y que el viajero encuentre, sin fricciones, opciones responsables para dormir, comer o desplazarse. El índice GDS lo captura en cuatro grandes categorías —desempeño ambiental, cadena de suministro, gestión del destino y sostenibilidad social—, y Helsinki obtiene tracción en todas ellas.
El compromiso con la transparencia ha sido otro rasgo diferencial. En marzo, Helsinki se convirtió en la primera ciudad de más de medio millón de habitantes en lograr la certificación GSTC a través de Green Destinations, considerada una de las más exigentes del mundo. Esta validación externa cobra más relevancia en un entorno regulado por la Unión Europea, donde las declaraciones verdes deberán ser verificables para evitar el “greenwashing”. La apuesta de Helsinki por indexarse y certificarse no es autopromoción: es una forma de gobernanza que permite comparar, corregir y mejorar con datos públicos, elevando la confianza de residentes, empresas y visitantes.
Los resultados económicos acompañan. El año turístico 2025 está batiendo marcas: solo entre enero y julio, las pernoctaciones internacionales crecieron un 19% respecto al mismo periodo del año anterior, con un peso significativo de asistentes a congresos. La lectura es doble: por un lado, el turismo de reuniones y eventos encuentra en Helsinki una infraestructura probada y un relato coherente con las exigencias ESG de empresas y organizadores; por otro, el viajero de ocio identifica a la ciudad con servicios fiables, movilidad limpia, cultura accesible y una oferta que pone en el centro la calidad de vida, también fuera de temporada alta. El círculo virtuoso se observa en políticas municipales que ya miden la huella del turismo, despliegan la hoja de ruta climática específica para el sector y apoyan a pequeñas y medianas empresas en su transición verde.
Nada de esto significa que el trabajo esté terminado. La propia dirección de Turismo reconoce que, pese a los avances, queda margen para equilibrar mejor los flujos y reducir emisiones asociadas al transporte, especialmente en un destino al que muchos llegan por avión o ferry. La respuesta mira a dos frentes: incentivar el mercado doméstico y de proximidad europea para recortar distancias y, al mismo tiempo, convertir cada visita en una estancia más larga y de mayor valor, de forma que el impacto por día y por gasto se optimice. En paralelo, la ciudad refuerza mecanismos de participación vecinal para asegurar que el turismo sume en bienestar y no deteriore lo que lo hace atractivo. El objetivo, repetido como mantra, es que Helsinki sea un lugar mejor cuando el visitante se marcha que cuando llegó, una definición práctica y ambiciosa de turismo regenerativo que hoy se traduce en liderazgo medible y mañana, si la constancia se mantiene, en un estándar de referencia para otras capitales europeas.