El escrito, suscrito por 30 organizaciones de propietarios y operadores de hoteles, representa a establecimientos de al menos 28 estados y Puerto Rico, y subraya la interdependencia entre alojamiento, transporte y atracciones turísticas.
Según la AHLA, el cierre —en vigor desde el 1 de octubre— se ha convertido ya en el segundo más prolongado de la historia reciente de Estados Unidos. El parón presupuestario se desencadenó al no alcanzarse un acuerdo de financiación entre demócratas y republicanos a tiempo, y su onda expansiva se está dejando sentir en ámbitos tan diversos como los parques nacionales, el servicio postal o las operaciones aeroportuarias. A ello se suma la suspensión temporal de cientos de miles de empleados federales y la obligación de otros tantos de trabajar sin cobrar mientras dure la clausura, una situación que, de persistir, amenaza con cronificar retrasos, reducir la calidad de los servicios públicos y complicar la movilidad en un momento crítico del calendario turístico.
Para los hoteleros, la aritmética es directa: menos funcionarios en activo y más trámites paralizados significan más incertidumbre en el consumidor, más cambios de última hora y estancias que no llegan a reservarse. La asociación describe un patrón de comportamiento que se repite cada día de cierre: viajeros que posponen decisiones, empresas que congelan desplazamientos no esenciales y familias que reconfiguran planes ante el temor a interrupciones en parques, museos y controles de seguridad. El resultado es un deterioro de los ingresos por habitación disponible (RevPAR), un aumento de los costes de captación y una presión añadida sobre la liquidez de pequeñas y medianas propiedades, especialmente sensibles a tensiones de caja en periodos con alta dependencia de la demanda doméstica.
El sector aéreo, pieza clave para alimentar el flujo de huéspedes, ha expresado preocupaciones similares. Airlines for America —que agrupa a grandes compañías como United, American y Delta— ya alertó el 1 de octubre de que la suspensión temporal de personal federal involucrado en la gestión del tráfico aéreo supondría una carga adicional para la aviación comercial, con el consiguiente efecto arrastre sobre la conectividad y la puntualidad. Cualquier perturbación en origen o destino, advierten los hoteleros, termina por reflejarse en cancelaciones de última hora, estancias más cortas y menor gasto en destino.
La AHLA encuadra su petición en la defensa de millones de empleos directos e indirectos vinculados al turismo y la hostelería, un sector que los firmantes consideran esencial para la economía estadounidense. “Necesitamos que nuestros líderes en Washington se unan ahora y voten para reabrir el Gobierno lo antes posible”, reclama la asociación, que insiste en que cada día adicional de bloqueo complica cerrar el año con los objetivos operativos previstos y erosiona la confianza de los inversores en proyectos hoteleros que dependen de permisos y plazos administrativos. Business Insider indica que, al cierre de su información, los portavoces de la patronal hotelera y de los líderes congresuales mencionados no habían respondido a sus solicitudes de comentario.
Mientras continúan las negociaciones presupuestarias, el mensaje del sector es inequívoco: la prioridad es salvaguardar la temporada de viajes de fin de año, estabilizar la demanda y evitar que el cierre derive en un ajuste más amplio del empleo en hoteles, restaurantes y servicios asociados. La reapertura inmediata, sostienen, es la vía más eficaz para frenar las pérdidas, restaurar la confianza y asegurar que la industria turística —con su efecto multiplicador sobre comercios, transporte y ocio— mantenga su papel como motor de crecimiento en los territorios a los que sirve.