La estrategia se apoya en activos diferenciales: mezquitas históricas, hitos culturales de gran valor y un archipiélago de islas que alimenta un portafolio turístico de naturaleza, cultura y ocio familiar difícil de igualar. El Gobierno indonesio subraya que la consolidación del turismo halal no es un nicho, sino una apuesta de país que refuerza su imagen internacional y multiplica el impacto en economías locales, al tiempo que impulsa la empleabilidad y el emprendimiento en comunidades anfitrionas a través del turismo comunitario y de experiencias auténticas. Todo ello en línea con estándares globales de certificación halal, para que el visitante encuentre señales de confianza homogéneas —desde la oferta gastronómica y de alojamiento hasta los espacios de oración y los horarios compatibles con la práctica religiosa—.
El mercado mundial del viaje halal, valorado en más de 300.000 millones de dólares, ofrece una oportunidad de crecimiento sostenido en la que Indonesia quiere jugar en primera línea. Con una población interna mayoritariamente musulmana que supera los 240 millones de personas, el país aspira a convertir su escala, su know-how cultural y su hospitalidad tradicional en una ventaja competitiva que atraiga millones de visitantes adicionales en los próximos años. La simplificación de procesos, la expansión de certificaciones y la mejora de la información al viajero están diseñadas para reducir fricciones, elevar la satisfacción y aumentar la repetición, tres indicadores clave de competitividad que las autoridades turísticas esperan potenciar con esta agenda.
La visión es integral y se articula en torno a tres vectores. Primero, calidad: fortalecer la cadena de valor —desde la planificación del viaje hasta el retorno— mediante estándares verificables, auditorías periódicas y capacitación del personal en hospitalidad halal. Segundo, conectividad: asegurar que la movilidad interna, los aeropuertos y los puertos respondan a las necesidades del viajero musulmán, incluyendo señalética adecuada, áreas de oración y opciones gastronómicas certificadas. Tercero, experiencia: impulsar productos que integren cultura, naturaleza y espiritualidad, con rutas que conecten mezquitas emblemáticas, centros históricos y paisajes de alta demanda, así como propuestas familiares y de bienestar que enriquezcan la estancia media.
Para el sector privado, el plan abre oportunidades concretas: inversión en alojamientos y restauración certificados; desarrollo de proveedores especializados en experiencias culturales con enfoque halal; digitalización de contenidos de viaje con filtros y garantías de cumplimiento; y alianzas público-privadas que aceleren la promoción en mercados emisores clave. La coordinación entre ministerios, gobiernos locales y empresas turísticas será determinante para lograr consistencia de destino y escalabilidad. En paralelo, se prevé el fortalecimiento de mecanismos de comunicación con el viajero —antes, durante y después del viaje— para anticipar necesidades, ofrecer recomendaciones personalizadas y recoger retroalimentación que permita ajustar la oferta de manera ágil.
Este movimiento estratégico también refuerza el posicionamiento de Indonesia como referente de turismo responsable e inclusivo. La priorización de estándares internacionales, la atención a la diversidad del visitante musulmán —que viaja en pareja, con familia o en grupos de afinidad— y el apoyo al turismo comunitario suman a una propuesta que busca dejar beneficios duraderos en el territorio. La combinación de hospitalidad, fe y experiencias turísticas de clase mundial es el eje narrativo con el que el país piensa competir en un mercado en expansión y cada vez más exigente, apoyándose en su capital cultural y en políticas públicas orientadas a resultados.
Con esta estrategia, Indonesia no solo quiere captar una mayor cuota de turismo musulmán internacional; aspira a marcar el estándar de cómo se diseña y gestiona un destino halal contemporáneo: con calidad verificable, coherencia en toda la experiencia y un compromiso real con el desarrollo local.