El congreso recaló por primera vez en Ibiza y se celebró en la sede de la Universitat de les Illes Balears en Ibiza y Formentera, con actividades en distintos puntos de Dalt Vila. Contó con el impulso de la Junta Coordinadora de Cofradías de Semana Santa de Ibiza y del Obispado de Ibiza. Sumó el patrocinio del Consell d’Eivissa y de Ibiza Travel. Reunió también la colaboración del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, el Ayuntamiento de Eivissa, el Arxiu d’Imatge i So, el Museu Etnogràfic d’Eivissa y diversas empresas locales. La red de apoyos evidenció la voluntad de incidir en el territorio y de abrir un diálogo permanente entre tradición, cultura y turismo.
El programa combinó reflexión académica, liturgia y acceso al patrimonio. Incluyó sesiones sobre iconografía de la Pasión y gestión del patrimonio religioso en contextos urbanos UNESCO. Incorporó un Vía Crucis con la imagen del Santísimo Cristo del Cementerio. Sumó la exposición “Instantes de fe: Semana Santa de Ibiza”. Añadió una ruta guiada por Dalt Vila centrada en la lectura del paisaje cultural. Integró la reunión anual de presidentes de la Asociación Española de Semana Santa de Ciudades Patrimonio Mundial. Las actividades permitieron poner en valor la singularidad de Ibiza como escenario monumental y espiritual.
En su cierre, Valdés Arroyo planteó una hoja de ruta práctica. Invitó a las cofradías a consolidar su papel como laboratorios de innovación social y turística. Propuso profesionalizar la narrativa de las procesiones y de las casas de hermandad. Sugirió crear calendarios ampliados que desestacionalizaran la visita y activaran el tejido cultural fuera de la Semana Santa. Apostó por formar guías especializados y por digitalizar archivos, pasos y artesonados. Insistió en vincular cada experiencia a un relato identitario que respetara ritmos litúrgicos y sensibilidad vecinal.
La conferenciante sostuvo que las Ciudades Patrimonio necesitaban convertir la conservación del patrimonio religioso en palanca de desarrollo sostenible. Señaló que la convivencia entre residentes y visitantes exigió límites de carga claros y mediación constante. Recomendó esquemas de beneficios compartidos que reinvirtieran en restauración, accesibilidad y educación patrimonial. Destacó la utilidad de los observatorios turísticos para medir flujos, gasto y satisfacción. Recalcó que el éxito no residió en la masificación, sino en la calidad de la experiencia y en el orgullo de pertenencia.
Ibiza ofreció un marco idóneo para esta conversación. Sus murallas, templos y calles de Dalt Vila dialogaron con un ecosistema creativo y hospitalario. La coordinación público-privada facilitó una logística cuidada y una comunicación efectiva. La respuesta del público reforzó la idea de que la Semana Santa, bien interpretada, generó valor cultural, espiritual y económico. El congreso sirvió para compartir buenas prácticas, fijar estándares de calidad y proyectar internacionalmente la Semana Santa ibicenca.
La clausura incluyó una visita teatralizada por Dalt Vila, la Misa Jubilar de las Cofradías y una muestra de ball pagès con degustación de productos locales en la plaza de la Catedral. La secuencia celebró la síntesis entre tradición viva, hospitalidad y paisaje cultural. Los asistentes destacaron la calidez de la acogida y la claridad de las propuestas.
Con su intervención final, Pilar Valdés Arroyo consolidó la idea de que las cofradías y hermandades fueron, además de depositarias de la memoria, auténticos motores de innovación y cohesión comunitaria. El congreso se despidió con compromisos concretos y con una agenda de trabajo que vinculó conservación, participación y sostenibilidad. Ibiza reafirmó su condición de ciudad patrimonial capaz de inspirar colaboraciones y de liderar un turismo religioso inclusivo y respetuoso con su gente y su historia.