El paseo sigue a El Nazareno, estación que conduce a Guayabital —poblado cafetalero— y baja luego a la quebrada Las Rosas, con parada en la hacienda Los Luises para conocer de primera mano la siembra y la recolección; culmina en Orellana Café, donde una taza de café, chocolate caliente o un mocaccino elaborado con granos cultivados y procesados en el municipio cierran el ciclo del visitante.
Este diseño de trayecto no solo apoya la diversificación turística; también aporta una narrativa clara sobre el valor agregado del cacao y del café cuando se integran al circuito cultural. La interacción con productores, artesanos y baristas permite entender cómo las técnicas de cultivo, fermentación y tostado impactan el perfil sensorial, y cómo ese conocimiento se traduce en emprendimientos, empleos y orgullo comunitario. En tiempos en que el viajero busca autenticidad y propósito, la ruta ofrece una experiencia íntima, caminable y fotogénica, que entreteje paisaje, patrimonio y gastronomía con un enfoque de sostenibilidad que prioriza los oficios y la compra local. La validación institucional, además, envía una señal de confianza para operadores, guías y pequeñas empresas que apuestan por un turismo de bajo impacto y alto contenido.
En paralelo, el Ministerio de Turismo también validó la “Ruta del Chocolate” en Araure, concebida por el productor Juan Pablo Alfonzo, de Cacao Portuguesa. El recorrido, cuyo inicio está previsto para noviembre, propone una travesía por los “olores y sabores” del cacao desde su cultivo hasta su transformación en chocolate, y se articula con iconos urbanos y patrimoniales: parte de la plaza Bolívar, pasa por la iglesia Nuestra Señora del Pilar y el Puente de La Mujer, y desemboca en la Unidad de Producción de Cacao “Villa del Carmen”, donde los visitantes observan procesos, preguntan, catan y comprenden la trazabilidad del grano. La experiencia se concibe como una inmersión que combina historia, religiosidad popular, música y gastronomía, con un énfasis explícito en la sostenibilidad ambiental.
El anuncio cobró marco simbólico al hilo del Día Mundial del Turismo, celebrado el 27 de septiembre, una fecha que resalta la necesidad de destinos más innovadores e inclusivos. En ese contexto, las rutas del cacao de Portuguesa representan una continuación natural de una tendencia global: transformar cadenas agroproductivas en relatos turísticos capaces de emocionar, educar y distribuir mejor los beneficios del viaje en el territorio. Al integrar estaciones interpretativas, puntos de venta y espacios de descanso, se hace visible el esfuerzo de familias y cooperativas que, a pesar de los retos, han mantenido vivo un conocimiento ancestral. La programación escalonada de actividades —desde caminatas suaves y catas guiadas hasta talleres sencillos de molienda y templado— facilita la participación de públicos diversos, desde estudiantes y grupos familiares hasta viajeros especializados.
Con estas validaciones, Portuguesa se posiciona como un laboratorio de turismo experiencial en torno al cacao, un producto que es memoria y futuro a la vez. La oportunidad ahora pasa por coordinar a operadores, gobiernos locales y comunidades para garantizar estándares de calidad, seguridad y atención, reforzar la señalización y la formación de guías, y asegurar que la demanda creciente no desborde la capacidad de carga de los espacios rurales. Si todo se articula con inteligencia, cada taza servida en Orellana Café, cada barra firmada por Julia Artigas, cada paso por la hacienda Los Luises o por “Villa del Carmen” será un eslabón más de un relato compartido que convierte a Portuguesa en destino y al cacao en pasaporte sensorial de una región que se abre al mundo con aroma propio.