Sin embargo, el reto de la sostenibilidad acecha con fuerza. Destinos emblemáticos como el Mara Maasai o las costas kenianas ya experimentan los efectos del exceso de visitantes y el cambio climático. Al Nowais propuso que la métrica de éxito no debe ser crecimiento puro, sino regeneración: restaurar ecosistemas, empoderar comunidades y crear modelos de turismo que renueven en lugar de agotar.
Países como Sudáfrica también fueron convocados a reorientar su estrategia: aprovechar su infraestructura desarrollada y reconocimiento mundial, pero sin dejar de lado la inclusión social y el relato propio. Propuestas como el turismo en townships, festivales culturales o las rutas vinícolas podrían ganar protagonismo si se combinan con ecosistemas narrativos estratégicos apoyados por la UNWTO.
La visión de Al Nowais coincide con las prioridades de la Unión Africana en tres ejes: empoderamiento juvenil, transformación digital y resiliencia climática. Para ella, invertir en infraestructura digital no es un lujo, sino una necesidad para liberar el potencial turístico de África.
Analistas coinciden en que hay tres acciones esenciales para este impulso: incentivar la innovación digital liderada por jóvenes, incorporar principios regenerativos en la conservación ambiental, y amplificar la narración africana en todas sus formas. “África no es solo un destino. Es el futuro del turismo mundial”, concluyó Al Nowais.
Este llamado no llega en un vacío: el turismo africano ya muestra signos de transformación. Las oportunidades del turismo de lujo han crecido considerablemente, aunque persisten críticas sobre si los beneficios alcanzan realmente a comunidades y proveedores locales. Asimismo, se ha señalado que buena parte del gasto turístico de visitantes extranjeros se fuga del continente al tratarse de paquetes “todo incluido” operados por empresas internacionales.
Para contrarrestar estas filtraciones de recursos, la UNWTO impulsa programas de formación, certificaciones sostenibles y apoyo al emprendimiento comunitario, con especial atención a unir el sector turístico con valor agregado local: productos, servicios, gastronomía, artesanía. En algunos países se ha incorporado el turismo como asignatura en los últimos años de secundaria y en estudios superiores, con miras a fortalecer capacidades internas.
Países que ya han iniciado reformas en esta línea aparecen como ejemplo de lo que puede venir: Botswana, Sudáfrica y Kenia han diseñado mecanismos como impuestos turísticos destinados a financiar iniciativas de conservación, infraestructura comunitaria y apoyo al turismo local. Y aunque las empresas de gran escala siguen dominando sectores como el turismo de lujo, hay movimientos cada vez más visibles que apuestan por alianzas público-privadas que integran parte de los ingresos turísticos en desarrollo social y medioambiental.
La hoja de ruta impulsada por la UNWTO plantea así un giro profundo: no basta con exhibir paisajes espectaculares ni vender safaris, se trata de que África recupere el mando de su propia narrativa turística, desde las comunidades rurales hasta las grandes ciudades, pasando por jóvenes emprendedores y líderes digitales. Solo así el continente podrá asumir un rol protagónico y sostenible en el turismo global del siglo XXI.