El fenómeno es especialmente visible en la relación con Canadá: las llegadas desde ese país hacia Estados Unidos bajaron un 18% durante la primera mitad de 2025, lo que se traduce en unos 1,75 millones de viajeros menos. A pesar de que el turismo doméstico ha amortiguado parte de la caída —por ejemplo, la ocupación hotelera en julio alcanzó el 77,6 %, el nivel más alto desde 2019— la pérdida continúa siendo significativa.
Mientras tanto, otros destinos aprovechan el vacío dejado por Estados Unidos. Canadá ha promovido iniciativas como el «Canada Strong Pass», que han incentivado la visita a museos, parques nacionales y sitios históricos. También México, América Latina en general, y el Caribe han visto un aumento en la demanda, consolidándose como alternativas crecientes para viajeros que prefieren destinos más económicos o percibidos como más amigables ante las actuales circunstancias globales.
Las preferencias de los europeos también muestran un cambio. Después de largas estancias en destinos cercanos, muchos optan por recorrer lugares dentro de Europa o inclinarse por Medio Oriente. En Asia, estudios revelan que los turistas del sudeste asiático y otros lugares descartan ya a Estados Unidos en sus planes, priorizando destinos regionales o bien Europa y Oceanía.
España, Arabia Saudita y Turquía se encuentran entre los grandes ganadores de este movimiento: España registra un aumento importante en llegadas básicas comparadas con 2019; Arabia Saudita y Turquía también suman millones de visitantes más. Italia, Francia y Grecia consolidan su atractivo; y, entre los países del continente americano, México destaca como principal beneficiado fuera de Europa.
El retroceso de EE.UU. no es nuevo, pero sí parece asentarse. Su cuota de mercado global en turismo ha descendido paulatinamente en las últimas décadas: del 8,4 % en 1996 al 4,9 % en 2024, y ahora se proyecta que caerá al 4,2 % en 2025. Analistas advierten que este nivel podría mantenerse durante una buena parte de los próximos años si no se toman medidas estratégicas.
Este contexto abre preguntas sobre qué cambios serían necesarios para revertir la situación. Algunos expertos señalan la necesidad de políticas que reduzcan las barreras al ingreso, mejoras en la infraestructura turística, ajustes en los precios, o campañas de promoción internacional que respondan mejor al nuevo paisaje competitivo. También se apunta como posible prioridad restaurar la confianza global, tanto en seguridad como en hospitalidad, con una visión que integre sostenibilidad, accesibilidad y experiencia cultural auténtica.
Estados Unidos se enfrenta a un desafío serio: no solo recuperar los niveles de visitantes extranjeros perdidos, sino reconectarse con un turismo global que está encontrando nuevos atractivos, en destinos alternativos que han sabido aprovechar los cambios económicos, políticas de visados, percibido valor al viajero y la creciente orientación hacia experiencias más cercanas o distintas. El 2025 marca, así, un punto de inflexión: o la transformación, o la pérdida de relevancia prolongada como destino líder en el mundo.