Uno de los cambios más significativos ha sido la reducción de las habitaciones de 1 400 a solo 375, de las cuales 78 son suites. Estas estancias son más amplias, con acabados de alta gama y vistas privilegiadas, mientras que el espacio liberado ha permitido la incorporación de 372 residencias denominadas The Towers of the Waldorf Astoria, todas con acceso a los servicios del hotel y puestas a la venta en un rango que va desde los 1,8 hasta los 70 millones de euros.
La reapertura también ha traído una oferta gastronómica de primer nivel. Lex Yard, la brasserie de dos plantas liderada por el reputado chef Michael Anthony, propone reinterpretaciones de clásicos como la ensalada Waldorf y el pastel red velvet, renovándolos con ingredientes contemporáneos y una visión creativa y respetuosa con la historia. Junto a ella, el histórico Peacock Alley, punto de encuentro emblemático del hotel, ha sido restaurado en todo su esplendor: conserva el legendario reloj y el piano de Cole Porter, y ahora combina su función ancestral como bar con la de restaurante todo el día, con coctelería de autor elaborada por Jeff Bell. Además, se suma Yoshoku, un concepto japonés de alta cocina que complementa la propuesta culinaria.
En materia de bienestar, el Spa Guerlain se presenta como un oasis de 2.700 m² con tratamientos personalizados, junto a un gimnasio equipado con tecnología de última generación. También se han reubicado y ampliado completamente las zonas para reuniones, bodas y eventos, incorporando tecnología audiovisual de vanguardia para satisfacer las exigencias del segmento corporativo y social más exigente.
La restauración ha respetado y resaltado elementos icónicos como los frescos, las molduras doradas y los relieves originales. En los espacios públicos, se han revitalizado también el Grand Ballroom, el Basildon Room y corredores como el Silver Corridor, todo ello con atención minuciosa al detalle y mediante técnicas de conservación tradicional combinadas con una visión contemporánea.
La reapertura del Waldorf Astoria no solo representa la restauración de un edificio, sino el resurgir de una leyenda viviente. El hotel recupera su rol emblemático como símbolo global del lujo y punto de referencia cultural y arquitectónico en Manhattan, reafirmándose como espacio social, gastronómico, residencial y de alto diseño.