Entre los factores que explican este fenómeno están los esfuerzos gubernamentales para promover rutas espirituales, restaurar sitios religiosos y mejorar las conexiones con ciudades importantes. También ha jugado un papel crucial la mejora en infraestructuras como carreteras, aeropuertos o trenes que acercan a los devotos a estos centros, reduciendo tiempos de viaje y haciéndolos más cómodos. Asimismo, cadenas hoteleras tanto grandes como medianas están rediseñando su oferta para incluir paquetes especiales religiosos, horarios adaptados, espacios para ceremonias, oratorios, e incluso alimentación que responda a restricciones religiosas.
Más allá del turista local, India ha visto un repunte en los visitantes internacionales interesados en lo espiritual, ya sea por devoción directa, curiosidad cultural o búsqueda de bienestar interior. Para muchos, la experiencia es una mezcla de lo religioso con lo experiencial: desean vivir festividades tradicionales, recorrer antiguos templos y participar de ceremonias, conectando con la historia local y con comunidades que conservan prácticas ancestrales. Esto ha generado un interés mayor en alojamientos que no solo ofrezcan comodidad, sino autenticidad, hospitalidad cálida, proximidad al sitio de peregrinación y una ambientación que respete el carácter espiritual del entorno.
El desarrollo de la hospitalidad vinculada al turismo religioso no está exento de desafíos. En muchos sitios de peregrinación las instalaciones básicas como saneamiento, suministro de agua, transporte local, servicios médicos o estacionamientos siguen siendo insuficientes o inaccesibles para ciertos visitantes. En ocasiones los hoteles cercanos no cuentan con los estándares de calidad esperados, y puede faltar capacitación especializada para el personal en atención culturalmente sensible. Otra barrera persistente es la gestión de flujos de visitantes en temporadas pico: los lugares sagrados se congestionan, lo que eleva la presión sobre las comunidades locales, genera problemas logísticos y puede afectar la experiencia del visitante si no se actúa con una planificación adecuada y sostenible.
A pesar de esto, el cambio ya es visible: nuevas inversiones hoteleras están brotando en ciudades como Ayodhya, Varanasi o Tirupati, no sólo como hoteles convencionales, sino como hospedajes adaptados a peregrinos, con servicios de atención espiritual, diseño pensado para meditación, silencio, espacios al aire libre, jardines y facilidades para rituales. También se observan alianzas entre los operadores turísticos, los gobiernos estatales y los gestores religiosos, que buscan armonizar crecimiento económico con respeto cultural y ambiental.
Desde el punto de vista económico, este enfoque ofrece múltiples beneficios: mayor ocupación hotelera en zonas que antes no eran destinos turísticos fuertes, generación de empleo local —no solo en hoteles, sino en servicios auxiliares, guías religiosos, transporte, artesanía, restauración ligada al entorno espiritual— y un desarrollo más distribuido, que no se concentre únicamente en los grandes centros urbanos sino llegue a áreas remotas donde los santuarios tienen fuerte arraigo. En lo social y cultural, revitaliza tradiciones, ayuda a conservar patrimonio religioso y arquitectónico, fortalece identidades locales y ofrece a los visitantes una oportunidad de aprendizaje intercultural.
El turismo religioso está dejando de ser un componente secundario de la oferta turística de India para convertirse en una de sus columnas más estratégicas. La hospitalidad se está readaptando: no solo para dar más alojamiento, sino para ofrecer experiencias que reconozcan que muchas personas viajan con fe o búsqueda espiritual, con expectativas específicas. El país tiene ante sí la ocasión de consolidar un modelo que combine crecimiento económico, desarrollo regional, preservación cultural y satisfacción profunda del viajero. Si logra superar los obstáculos de infraestructura, accesibilidad y calidad, India podría elevar su perfil internacional no solo como destino cultural, sino como un epicentro global del turismo que nutre el espíritu.