Banco Interamericano de Desarrollo
(BID)
El estudio refleja que el turismo es motor para América Latina y el Caribe
Este informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) revela que el turismo internacional se ha consolidado como uno de los motores más potentes del comercio, desarrollo económico y social en América Latina y el Caribe, con un crecimiento notable en la última década. Según los datos del estudio, entre 2014 y 2024 las exportaciones de servicios turísticos de la región pasaron de 65 000 a 108 000 millones de dólares, un salto que evidencia no solo la recuperación post-pandemia, sino una consolidación real del sector. Este desempeño representa un promedio anual de crecimiento del 5,2 %, por encima del promedio global, lo que señala una tendencia sostenida y robusta.
Para 2024, el turismo representó un 42,3 % del total de exportaciones de servicios de la región, y alcanzó un 6,3 % del total del comercio externo. Este peso lo convierte en un componente estratégico del comercio regional, con una incidencia que supera ampliamente la de muchos sectores tradicionales.
Más allá del volumen económico directo, el turismo ha impulsado una transformación estructural: ha estimulado inversión en infraestructura hotelera, transporte, conectividad aérea y terrestre, y en servicios de apoyo. En muchos países de América Latina y el Caribe, el auge del turismo ha abierto oportunidades para diversificar economías, atraer capital, generar empleo y dinamizar el comercio de bienes y servicios vinculados al turismo —desde gastronomía hasta artesanía, transporte, comercio minorista y servicios culturales.
Asimismo, la relevancia del turismo va más allá de los efectos económicos inmediatos: actúa como catalizador de desarrollo local. Cada visitante extranjero aporta divisas, activa la demanda de bienes y servicios, incentiva nuevas inversiones, y contribuye a mejorar la conectividad —no solo turística, sino comercial y logística— en los países receptores. Este efecto multiplicador convierte al sector en una palanca de desarrollo sostenible y de inclusión social, capaz de generar efectos positivos más allá de las zonas turísticas tradicionales.
No obstante, el informe del BID advierte que el progreso no es homogéneo: existen marcadas diferencias entre países y subregiones. En el Caribe y Centroamérica, por ejemplo, el turismo sigue muy concentrado en formas tradicionales de turismo masivo, lo que los hace particularmente vulnerables a choques externos y a fluctuaciones estacionales. Por su parte, en muchas naciones de Sudamérica y en algunos países de gran tamaño, la incidencia relativa del turismo en la economía sigue siendo menor, lo que indica un margen amplio para diversificación y desarrollo.
El BID plantea que para aprovechar plenamente este potencial, la región debe apostar por políticas integrales: inversión en infraestructura, fortalecimiento del capital humano, mejora de servicios, diversificación de la oferta turística (no solo sol y playa), y —muy importante— un enfoque sostenible que integre aspectos medioambientales, culturales y de comunidad. Estas acciones son clave para consolidar el turismo como vector de desarrollo resonante, inclusivo y resiliente, con capacidad de aportar valor añadido y empleo de calidad.
En un contexto global de creciente competencia, variabilidad económica y nuevas formas de turismo, el informe del BID sitúa al turismo como una palanca estratégica para América Latina y el Caribe: un motor de comercio, empleo e inversiones; una fuente de divisas; un instrumento de desarrollo local y regional; y una vía para diversificar las economías en un mundo cada vez más interconectado. Con las políticas adecuadas, el turismo podría convertirse en pilar de una recuperación sostenible, equitativa e inclusiva para millones de personas en la región.
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