Juan Carlos Rico
Cuando la naturaleza pone orden en el turismo
Juan Carlos Rico
Cuando la naturaleza pone orden en el turismo
Otros artículos del autor: Turismo: ¿hacia el consumo de la cultura?; Museos, ¿podría ser así?
Juan Carlos Rico
Cuando la naturaleza pone orden en el turismo
(Unos días en las islas de La Gomera y de Hierro)
"El ser humano es parte de la naturaleza y su guerra contra ella es, inevitablemente, una guerra contra si mismo. Rachel Carson
Los tres problemas que causa el turismo masivo
Fundamentalmente afectan al entorno natural, al urbano y la monumental, incluyendo todas sus modalidades:
El deterioro ambiental, que afecta fundamentalmente a los espacios naturales
El deterioro urbano que cambia la vida cotidiana de sus ciudadanos en un doble sentido vital y económico.
El deterioro patrimonial que afecta a la conservación física de todo tipo de obras, monumentos y centros históricos.
Todos ellos están intrínsecamente relacionados: el ambiental que acaba entrando de una u otra manera en la ciudad; el urbano, que como estamos comprobando en estos últimos años, aleja a sus ciudadanos hacia la periferia y elimina la vida cotidiana en su centro; al patrimonio que tanto este en un ámbito natural como urbano, intoxica el entorno más próximo con toda la infraestructura requerida.
En un primer artículo anterior mío Turismo: ¿hacia el consumo de la cultura? analicé tres ámbitos especialmente afectados desde el punto de vista urbano:
La ciudad Prohibida de Pekín
Los Foros Romanos
Santa Sofía en Estambul
Posteriormente en una segunda entrega, "Museos, ¿podría ser así?" , expuse el deterioro monumental. Siguiendo dicho proceso pretendo hacerlo ahora en el tercer ámbito, el natural, después de haber pasado unos días en ambas islas.
Controles naturales
A veces se dan diversas circunstancias, que tienen la enorme suerte de organizar la vida en un determinado entorno, creando una barrera natural, o si se quiere expresarlo más adecuadamente, un filtro que, como artificialmente están haciendo cada vez más ciudades, limita el acceso del turismo indiscriminado.
Unas comunicaciones incómodas debidas a las condiciones del territorio, carreteras con curvas y más curvas entre precipicios y acantilados, que exigen continua atención, precaución y lentitud, haciendo que las distancias muy cortas, se conviertan en muy largas en su duración temporal a cambio de unas vistas sobrecogedoras que posibilitan numerosos miradores, donde descansar un poco.
Otro tanto ocurre con la amplia oferta de senderos ofrecidos en ambas islas tanto en la Laurisilva de La Gomera como en el bosque del pino canario de Hierro, no carentes de dificultad, que solo en algunos casos son posibles para niños y personas mayores.
Cuatro puntualizaciones
1. Las islas de las múltiples miradas. (Estudio de las características del territorio y su percepción)
Cada vez que recorro espacios naturales me ha preocupado como puede potenciarse su observación y, quizás por deformación, he intentado aplicar todas las investigaciones realizadas en los espacios cerrados, donde he desarrollado toda mi actividad profesional. Soy consciente de que son dos problemas absolutamente diferentes, aunque creo que tienen en común algunos parámetros.
Esta es la razón en mi interés especial en los miradores: la ubicación para conseguir el punto de observación más idóneo, su diseño, su construcción y su uso. Comentaba los múltiples miradores que acompañan en las dos islas, el recorrido tortuoso de sus carreteras; ahora voy a hablar de dos concretos en cada una de ellas.
El mirador de Abrantes en La Gomera
Dentro de una línea muy actual en estas tipologías, se trata de un rectángulo en voladizo, con todos sus paramentos de cristal incluido el suelo, que busca ampliar al máximo el protagonismo del entorno y que no haya ninguna barrera visual entre el espectador y la naturaleza. Enfatiza al máximo el paisaje, aunque para determinados visitantes aparece un rechazo provocado por el vértigo.
El mirador de La Peña. Cesar Manrique en Hierro.
En mi primer viaje a las islas canarias en los años 80 del siglo pasado fui a Lanzarote donde tuve el privilegio de conocerlo personalmente. Había logrado algo inaudito en ese tiempo: la conciencia social del medio ambiente en la población. No había publicidad en las carreteras, cada vecino mantenía su entorno próximo limpio y lo que es más impresionante, no había un solo papel en toda la isla. Lamentablemente, en mi opinión, su legado ha quedado desfigurado por un excesivo formalismo que he discutido con los responsables en años posteriores en mis intervenciones en la isla. El mirador del Hierro es un excelente ejemplo de lo mejor de sus propuestas, con una elección exquisita del punto de observación acompañado de diversas niveles, terraza y restaurante para disfrutarlo en todas sus posibilidades.
2. Del resort a las piscinas naturales (La dificultad de aplicar los modelos de ocio habituales del turismo de masas y sus tipologías estandarizadas)
La naturaleza hace imposible la ubicación de los prototipos de ocio que exige el turismo masivo: acceso rápido y cómodo a todo tipo de instalaciones que lo complementan, muy relacionados con el consumo. Tanto en La Gomera como en Hierro, ese tipo de infraestructuras son imposibles tanto por la masiva destrucción del entorno que supondría, como por su elevado coste económico.
Todo ello es sustituido por el aprovechamiento de las posibilidades naturales, como piscinas de agua de mar continuamente renovada, limpias con un fondo marino de rocas volcánicas e innumerables especies marinas que se pueden observar con unas simples gafas acuáticas. Bien es verdad, que, para acceder a ellas, dado el escarpado terreno hay que sortear numerosos escalones de trazado irregular, escaleras metálicas para entrar en el agua con el oleaje constante.
3. Del centro comercial al modesto supermercado (La limitación del acceso al consumo)
Derivado del punto anterior, no necesita aclararse más que, si no existen grandes resorts, tampoco sus compañeros dedicados al consumo de ofertas múltiples. En esos pequeños lugares descritos, hay como mucho unos bancos y mesas de madera y en algunos casos una barbacoa para que los bañistas cocinen su comida traída de casa.
4. De la imposición a la cultura (El mantenimiento del comportamiento vital de sus habitantes)
Quizás haya sido el aprendizaje más importante de mi estancia en estas islas, desde el hábito cotidiano del saludo con los vecinos que te cruzas en la calle, hasta el trato directo y natural con el personal, en el simple acto de hacer la compra diaria, en los pequeños supermercados sin cesiones al consumo inútil en sus estanterías, pasando por la presentación de un libro en La Restinga en Hierro, que me encontré por casualidad en mi paseo y donde, todos los asistentes, desde ancianos sentados en sillas plegables y bancos de madera, hasta niños que corrían de un lado a otro, escuchaban en silencio los recuerdos de los juegos del autor en su niñez y juventud por esas mismas calles y el mar.
Me hubiera gustado coger el micrófono para expresarles lo privilegiados que eran, como en aquellas antiguas civilizaciones donde la naturaleza era sustento y adoración a la vez, pero hubiera sido absurdo, porque ellos ya lo sabían.
Cuando desde mi terraza en Hermigua en La Gomera, veía subir y bajar con bolsas a los vecinos de cierta edad, por esas escaleras irregulares y muy pendientes de sus viviendas, estaba seguro que me hubieran dicho que el esfuerzo les compensaba, que era un precio muy pequeño frente al enorme beneficio de mantener su vida tal y como quieren.
Si, hablamos de CULTURA con letras mayúsculas, como decía en mi primer artículo Turismo: ¿hacia el consumo de la cultura?, sin ella nos convertimos en una simple imagen perdida en la memoria del teléfono móvil. En La Gomera y en Hierro, he visto muy pocos móviles, tan solo algunos para tomar fotografías sobre la deslumbrante naturaleza y luego en casa, en la intimidad, poder mirarlas y recordar con asombro, no para presumir delante de los conocidos.
Una despedida agridulce
No me gusta acabar con este apunte, pero no sería honesto si no lo hago: en los días de estancia en Hierro, llegó frente a nosotros un barco de salvamento marítimo que traía a los emigrantes llegados de África en una patera, donde encuentran, reconocido por los medios de comunicación nacional, la solidaridad de los vecinos que incluso, los acogen temporalmente en sus casas, lo que hace a esta isla todavía más grande.
Mirando desde el avión los potentes perfiles de estas dos islas, pude confirmar algo que intuía quizás ingenuamente: la naturaleza no es ese ser inerte, pasivo y silencioso ante nuestras tropelías, estoy seguro que más pronto que tarde, tal y como están las cosas, nos lo va a hacer pagar muy caro.
¿Servirán, para algo estas reflexiones?, me preguntaba; si al fin y al cabo estas eran las islas del fin del mundo.
(Nota: imágenes cedidas por Natividad Hdez. Claverie / Carlos Rico)
Autor:
Juan Carlos Rico es doctor en arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Historiador de arte por la Facultad de Historia de la Universidad de Salamanca, Sociólogo y Filosofo por la UNED. Realiza en estos momentos estudios de Antropología social. Conservador de museos Coordina un equipo multidisciplinar para la investigación del hecho expositivo y su relación con el espacio, que ha quedado reflejado en diversas publicaciones.
Proyecto de investigación 1986-2022
https://jcr21office.blogspot.com/2019/01/proyecto-de-investigacionmuseografica.html
Bibliografía temática. Libros, artículos y conferencias 1986-2022
https://jcr21office.blogspot.com/2019/09/bibliografia-tematica-librosarticulos.html
De acuerdo con los programas de la Unión Europea, el ICOM (International Council of Museums) y el ILAM( Instituto Latinoamericano de Museos) realiza talleres en diversas universidades Europeas y americanas, de las que además es profesor habitual.
Las ideas y opiniones expresadas en este documento no reflejan necesariamente la posición oficial del Tourism and Society Think Tank ni comprometen en modo alguno a la Organización, y no deberán atribuirse al TSTT o a sus miembros.
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