Juan Carlos Rico

Museos, ¿podría ser así?

Otros artículos del autor: Turismo: ¿hacia el consumo de la cultura?

Juan Carlos Rico

Museos, ¿podría ser así?

Su hipótesis era que la causa del fracaso de todos ellos residía en su incapacidad para ponerse al lado del futuro. ¿Quién sabía donde estaba el futuro? Era cuestión de suerte, dependía de las circunstancias, de que uno se dejara llevar por la corriente de ese futuro que se formaba en el presente. Redención. Henry Roth

Crear en un periodo de crisis profunda, no es mas que investigar primero y experimentar después.

La caja de cristal. Juan Carlos Rico

En estas mismas páginas, el mes de agosto pasado escribí el artículo: Turismo: ¿hacia el consumo de la cultura?, que por cierto ha tenido mucha repercusión a nivel profesional en nuestro proyecto. Recordaría tres ideas: 1ª, el turismo como avanzadilla del consumo cultural; 2ª, la interrogación de como ese proceso afectaría a todas las demás actividades relacionas con el patrimonio, el arte, en general y más específicamente a los museos a los que hemos dedicado nuestro proyecto de investigación y 3ª, la ficción como herramienta y ayuda en la investigación.

Todo ello viene a cuento, porque en días pasados, revisando algunas de nuestras publicaciones encontré algo muy sorprendente en Museos arquitectura, arte II Montaje de exposiciones (https://jcr21office.blogspot.com/2018/11/museos-arquitectura-arte-ii-el-montaje.html), un texto publicado en su primera edición 1996 por la editorial Silex, es decir hace prácticamente tres décadas.

Empleo la palabra sorprendente, ya que el libro acababa con un epígrafe que bajo el título: Hacia el futuro, describía, no solo en términos de ficción, sino más bien en ciencia-ficción, lo que podía ser un museo dentro de unas décadas. Al releerlo he podido apreciar, en determinadas descripciones, muchas de las reflexiones expuestas en el artículo anterior del turismo, llevadas, imaginariamente a propuestas espaciales y concretas. Repito: esta escrito hace casi treinta años.

Lo reproduzco literalmente, solo con unos mínimos cambios en su redacción:

“Hacia el futuro

Después de años de trabajo abierto, de investigaciones y publicaciones, de consultas a los mejores especialistas internacionales, de innumerables polémicas que incluían a los mismos ciudadanos; el museo había abierto sus puertas en un acontecimiento esperado que sobrepaso socialmente los límites de la ciudad, por su audacia y originalidad.

Decidí esperar unos días,para que disminuyese el flujo de visitantes de las primeras semanas. Quería verlo con calma y reflexionar sin presiones, sobre algo que me interesaba personalmente tanto.

No leí, en consecuencia nada sobre el nuevo proyecto expositivo, sólo la publicidad que se metió sin permiso en mi casa y me fue imposible de evitar. En ella se insistía en el carácter arriesgado y experimental, totalmente pionero, que muy pronto todos los grandes museos de los países de nuestro entorno, inevitablemente imitarían.

La entrada había dejado de ser gratuita, con el fin de matar dos pájaros de un tiro: la costosa financiación y la masiva afluencia de visitantes en los últimos años; se proporcionaban diferentes menús de exposición en función de las obras que se quisieran ver y del confort que se deseaba recibir al hacerlo. Según el nivel de las piezas, la tarifa variaba: a más calidad, más caro, de acuerdo con la comodidad también.

Desde el principio me pareció muy caro, aunque yo tenía, por motivos que no vienen al caso, un pase especial que me permitía moverme libremente por toda la exposición.

Lo primero que me sorprendió, era el gran espacio de recibimiento; el deambular y el dinamismo me recordaban a un centro comercial: informaciones por megafonía acompañaban a una profusa propuesta de actividades, espectáculos, carteles y panfletos y diversas azafatas en todos los idiomas inimaginables te ofrecían diferentes programas. Incluso, me llamó la atención, empleados disfrazados de populares personajes del mundo infantil de los pequeños; y caracterizados de protagonistas de pinturas y esculturas, de los adultos.

Según empecé a avanzar a través de las sucesivas exclusas de nivel, el ambiente se hacía paulatinamente más selectivo, en función de las expectativas de visitantes que cada sala recibía.. Las obras, así mismo se espaciaban unas de otras y el diseño arquitectónico y el mobiliario se mantenían acorde.

Me llamó la atención, de una manera especial, la radical separación de las obras y el visitante. Las primeras siempre se situaban detrás de un muro cortina de cristal de seguridad que, las aislaba completamente, tanto del entorno como de las personas. Pantallas informatizas ofrecían todo tipo de información, bien de las piezas, el museo o sus servicios sociales. Se permitía fumar, beber o comer. Mientras se recorría esta singular exposición. Cada cierto tiempo unas azafatas pasaban ofreciendo refrescos, comida rápida, así como muchos de los artículos y souvenirs que podían adquirirse en las variadas tiendas existentes.. Se disponía de pequeños quioscos con mesas y sillas, donde se podía tomar un tentempié, sentado. Una música ambiental muy suave no interfería en la megafonía que continuamente informaba de toda la gama de posibilidades que ofrecía el centro: conferencias, mesas redondas, visitas a talleres, almacenes y laboratorios, concursos, juegos, cines espectáculos de mimo, danza y teatro; servicios de guardería y atención a la tercera edad, ofertas de reproducción de cuadros y esculturas realizadas en los talleres del propio centro.

En las últimas exclusas, es decir en las áreas más caras que contenían las piezas más importantes, estas, se situaban individualmente, una por sala. En ellas dotadas de confortables butacones mobiliario extremadamente cuidado había, a veces una sola persona, que permanecía el tiempo que deseara, mientras manipulaba la luz, la climatización y la música a su gusto. Azafatas destinadas a cada obra, atendían personalmente todas sus necesidades de los clientes, que disponían de teléfono, TV, videos, internet, etc.. En las butacas disponían de un sistema interactivo, por el que recibían toda la información requerida de la obra o, si preferían podían elegir uno de los numerosos juegos, que basados en ella,ponía a su disposición el gabinete didáctico del museo.

Me pase por alguna de ellas, sin traspasar el umbral, si lo indicaba la luz roja en el dintel superior de la puerta y me encontré diversos visitantes, que miraban ensimismados y entre risas “El alegre bebedor” de Frans Hall, alrededor de una mesa con botellas de vino y copas, junto a otras sala donde degustaban las mismas frutas que exhibía un bodegón. En otra una acalorada conversación sobre el autorretrato de Durero e, incluso, en otra más alejada un grupo jugaba al backgamon, frente a “Ronda de noche” de Rembrant”.

Pero las coincidencias no acaban aquí, en el 2008, es decir, doce años después emprendimos el proyecto más ambicioso en el que colaboraron equipos de diferentes universidades de diversos países: La caja de cristal, un nuevo modelo de museo (https://jcr21office.blogspot.com/2018/09/la-caja-de-cristal-un-nuevo-modelo-de.html ), The glass box a new model of museum (https://jcr21office.blogspot.com/2019/08/the-glass-box-new-model-of-museum.html) Reproduzco algunos textos de su introducción:

La casa de cristal, es un programa de investigación que intenta encontrar, un prototipo espacial abstracto (no ubicado en ninguna parcela concreta pero fácilmente modificable para poder adaptarse a cualquiera) que definiera la nueva organización de todos los componentes en sustitución del programa ya obsoleto del  museo actual.

¿Por qué este nombre?

“La caja de cristal” alude a un doble sentido: por un lado la transparencia conceptual, por otro la espacial.

La primera intenta reflejar de una manera clara todo el proceso que genera el desarrollo del proyecto, en un sentido o en otro; es decir asumiendo tanto los avances y cambios que pudieran conseguirse, como los riesgos de equivocarse y los fracasos que este tipo de experiencias conlleva.

La transparencia física se consigue a través de una organización espacial que logre que todas las funciones sean visibles desde cualquier punto de ubicación del espectador, bien sea visitante, bien profesional del centro. Almacenes, talleres, laboratorios, exposición, centro de documentación, área administrativa, dirección, zona comercial, etc., están siempre abiertos a la vista. Hay pues una “profanación del templo”  simbólica y real de esta nueva actitud.

Esta claridad, tanto en la teoría (organigrama) como en la práctica (solución espacial), pretendía, que todo se pudiera ver tanto preceptivamente, como simbólicamente, que no hubiera engaño, que cualquier visitante conociera con una simple mirada, lo que es un museo o, lo que debería ser, y que en caso de que se reprodujese lo descrito en el texto de ciencia-ficción anterior, diferenciara perfectamente lo que es cultura de lo que no lo es.

(Nota: todas las imágenes que ilustran este artículo pertenecen a dicho proyecto)

Autor:

Juan Carlos Rico es doctor en arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Historiador de arte por la Facultad de Historia de la Universidad de Salamanca, Sociólogo y Filosofo por la UNED. Realiza en estos momentos estudios de Antropología social. Conservador de museos Coordina un equipo multidisciplinar para la investigación del hecho expositivo y su relación con el espacio, que ha quedado reflejado en diversas publicaciones.

Las ideas y opiniones expresadas en este documento no reflejan necesariamente la posición oficial del Tourism and Society Think Tank ni comprometen en modo alguno a la Organización, y no deberán atribuirse al TSTT o a sus miembros.

Este sitio utiliza cookies de Google para ofrecer sus servicios y analizar el tráfico. La información sobre su uso de este sitio se comparte con Google. Al utilizar este sitio, usted acepta el uso de cookies.