Mario Roberto Maldonado
Afrodescendientes y Garífunas en Guatemala: dos identidades, una historia que busca tener más visibilidad
Guatemala es un país multicultural, plurilingüe y megadiverso, donde convergen raíces indígenas, europeas y africanas que han dado forma a una identidad diversa y dinámica desde hace varios siglos hasta la actualidad. Su territorio, lleno de riqueza natural, desde las montañas del altiplano hasta las costas caribeñas y pacíficas, ha sido escenario de un intercambio cultural continuo que se refleja en su arte, gastronomía, lenguas, tradiciones y cosmovisiones. En este mosaico de pueblos y expresiones, la diversidad cultural no solo constituye un rasgo distintivo del país, sino también una fuente de creatividad, conocimiento y resiliencia que sigue nutriendo la vida social guatemalteca hasta nuestros días.
Como antecedentes históricos, es importante mencionar que la presencia afrodescendiente en Guatemala tiene raíces profundas que se remontan a la época hispánica. Desde el siglo XVI, hombres y mujeres africanos fueron traídos como parte del sistema esclavista impuesto por la Corona española. Su trabajo fue fundamental en la construcción de ciudades, en los ingenios azucareros, haciendas y puertos, particularmente en las regiones del Caribe y el Valle Central. Sin embargo, con el paso del tiempo, la herencia africana fue silenciada e invisibilizada en la narrativa oficial del país, absorbida dentro de la identidad mestiza o asociada únicamente con la población garífuna.
Por otro lado, el pueblo garífuna tiene un origen distinto, aunque también ligado al África. Su historia comienza en el siglo XVII, cuando esclavos africanos naufragaron en la isla de San Vicente, en el Caribe, y se mezclaron con los pueblos indígenas arawak y caribe. De esa fusión nació una nueva identidad cultural: los garífunas o “caribes negros”. Tras conflictos con los colonizadores británicos, fueron expulsados en 1797 hacia la isla de Roatán, en la actual Honduras. Desde allí, grupos garífunas migraron a las costas de Belice y Guatemala, estableciéndose principalmente en Livingston, Izabal, hacia inicios del siglo XIX.
El término afrodescendiente abarca a todas las personas y comunidades que tienen ascendencia africana, más allá de un grupo cultural específico. En Guatemala, esta población ha tenido una presencia dispersa pero constante en distintas regiones del país, especialmente en la costa sur y en el Caribe. Su aporte ha sido determinante en la formación de la identidad nacional, aunque pocas veces reconocido.
Los afrodescendientes han contribuido en la música, la danza, la gastronomía, la religión y la vida cotidiana. Elementos como los ritmos del son, la marimba, la gastronomía criolla o expresiones lingüísticas del español guatemalteco tienen influencias afro que suelen pasar inadvertidas. En la actualidad, diversas organizaciones trabajan por recuperar y visibilizar esta herencia, reivindicando el orgullo afroguatemalteco y luchando contra la discriminación racial estructural.
La cultura garífuna, por su parte, constituye una identidad colectiva única reconocida por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral de la Humanidad desde 2001 y posteriormente como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008, elemento compartido entre Guatemala, Belice, Honduras y Nicaragua. Su lengua, su música y su cosmovisión son un ejemplo de resistencia cultural. El idioma garífuna, de origen arawak con influencias africanas y francesas, se mantiene vivo principalmente en las comunidades de Livingston y Puerto Barrios.
La música y la danza garífuna expresadas en géneros como la punta, el yankunu o el gunjéi, transmiten la historia y espiritualidad del pueblo, acompañadas de tambores, maracas y cantos colectivos. La religión garífuna combina elementos del catolicismo con prácticas ancestrales de origen africano, celebrando rituales como el dugu, que honra a los antepasados. Su gastronomía, basada en el coco, el plátano y los productos del mar, también refleja su vínculo con el entorno costero caribeño. El Congreso de la República de Guatemala, a través del Decreto 83-96, emitió la Ley del Día del Garífuna, cada 26 de noviembre, en el cual se conmemorará el Día del Garífuna en Guatemala.
Aunque los garífunas forman parte de la gran familia afrodescendiente, no todos los afrodescendientes en Guatemala son garífunas. La diferencia radica en que los garífunas constituyen un pueblo con identidad étnica, lengua y territorio propios, mientras que los afrodescendientes comprenden una población más amplia y diversa que comparte raíces africanas, pero no necesariamente una cultura específica o una comunidad homogénea.
Reconocer las diferencias entre afrodescendientes y garífunas no implica dividir, sino dar nombre y valor a la diversidad interna de las raíces africanas en Guatemala. Ambos grupos comparten una historia de resistencia frente a pasado, pero también expresan su identidad a través de manifestaciones culturales distintas y complementarias, que hacen de Guatemala un país con una profunda y rica diversidad.
El XII Censo Nacional de Población y Vivienda (2018) del Instituto Nacional de Estadística de Guatemala (INE) es la referencia oficial más reciente a escala nacional. Entre sus resultados por autoidentificación étnica aparecen los siguientes valores relevantes:
Maya: 41.7% de la población.
Ladino (o no indígena): 56.0%.
Xinka: 1.8%.
Garífuna: 0.1% de la población.
Afrodescendiente / Creole / Afromestizo: 0.2% de la población.
Este censo en 2018 registró una población total de 14.9 millones de personas. Estos porcentajes implican que las personas que se autoidentificaron como garífunas o como afrodescendientes son grupos numéricamente pequeños a escala nacional, lo que contribuye a su baja visibilidad política y mediática.
A nivel subnacional, la concentración geográfica es clara: la mayor presencia del pueblo garífuna se localiza en el departamento de Izabal (municipios como Livingston y Puerto Barrios), donde la vida comunitaria garífuna: idioma, ritos, música y estructuras comunales, permanece más viva; datos y estudios locales reportan cifras de poblaciones garífunas en torno a decenas de miles en la región caribeña, mientras que la categoría “afrodescendiente/creole/afromestizo” aparece dispersa en distintas regiones costeras y en áreas urbanas, con una distribución menos concentrada y más heterogénea.
Es interesante analizar que la baja proporción porcentual registrada en el censo también refleja limitaciones de autoidentificación (estigma, asimilación, preguntas del formulario) y problemas históricos de registro: muchas personas con ascendencia africana no se autoidentifican por múltiples razones, con lo que el censo puede subestimar la presencia afro en el país. Investigaciones y organizaciones locales han señalado que, aunque el porcentaje es pequeño, la herencia africana está presente en múltiples expresiones culturales y en sectores socioeconómicos del país.
Los Acuerdos de Paz de Guatemala, firmados en 1996, se construyeron en torno a múltiples demandas sociales, pero la dinámica política del proceso y la agenda pública dieron prioridad por su magnitud y organización política a los pueblos mayas y a otros actores identificados como pueblos indígenas. Aunque el pueblo garífuna fue incorporado dentro del marco más amplio de reconocimiento de pueblos por su condición de pueblo con identidad y territorio precisos, las personas afrodescendientes más dispersas y sin una representación política consolidada quedaron en buena medida fuera de la centralidad del proceso de negociación y de las políticas posterior al acuerdo.
Varias razones podrían explicar esto, con base a la representación política y organizativa: los actores que tienen voz en procesos de paz suelen ser aquellos con organización y representación visible. Gran parte de la población afrodescendiente no estaba organizada con la misma fuerza política que algunos pueblos indígenas o movimientos sociales en el momento de las negociaciones; debido a categorías jurídicas y administrativas: las categorizaciones oficiales previas y la narrativa pública han tendido a invisibilizar a afrodescendientes dispersos, o a agruparlos bajo categorías más amplias (ladino, creole), lo que dificulta su inclusión explícita en instrumentos técnicamente dirigidos a “pueblos” o “comunidades” reconocidas; el conflicto armado en Guatemala estuvo mayoritariamente vinculado a reclamos campesinos, indígenas y de derechos territoriales en áreas occidentales y centrales. La problemática afrocaribeña, por su concentración costera y diferente configuración sociohistórica, no ocupó el mismo lugar en la agenda negociadora.
En la época actual hay avances y reconocimiento para el pueblo garífuna, queda un déficit de políticas públicas y reconocimiento explícito para la totalidad de las poblaciones afrodescendientes en el país, lo que repercute en invisibilidad institucional y en menor acceso a programas dirigidos para su desarrollo cultural, participación política y derechos culturales. Pero se considera una oportunidad para fortalecer su presencia y generar espacios de participación, entre estos el desarrollo turístico.
El reconocimiento por separado a los garífunas (pueblo con lengua, ritos y territorio) y a las y los afrodescendientes (categoría más amplia que agrupa otras experiencias históricas y sociales) permitirá diseñar políticas públicas ajustadas: educación bilingüe intercultural cuando proceda, programas culturales, titulación de tierras, identificación de lugares sagrados, salud y desarrollo integral para todos.
Guatemala se encuentra en un proceso para fortalecer su institucionalidad, se debe fortalecer los registros y encuestas que permitan captar mejor la autoidentificación afro; apoyar a organizaciones afro para que tengan voz en mesas de decisión pública y en procesos nacionales; que permitan también reconocimiento y salvaguarda cultural y medidas contra la discriminación que afecta a afrodescendientes dispersos.
Hacer visible la presencia afrodescendiente en Guatemala es un acto de justicia histórica y cultural. Significa reconocer que el país no solo es maya y mestizo, sino también afro, y que su riqueza está en la pluralidad. Nombrar correctamente, estudiar y celebrar estas identidades es una manera de fortalecer una memoria colectiva más completa, incluyente y verdadera. Es una oportunidad también para mostrar al mundo la riqueza cultural viva de Guatemala.
Referencias
Opie, Frederick Douglass. "Los afroamericanos y el Estado en la Guatemala de principios del siglo XX", The Americas , vol. 64 (abril de 2008), n.° 4, págs. 583-609.
Hardman, Jesse. "El pueblo garífuna: historia y cultura" . Global Sherpa.
Autor: Mario Roberto Maldonado
Arquitecto, diplomático y doctor en Historia, Cultura y Diplomacia, guatemalteco, con amplia trayectoria en gestión de proyectos, conservación y promoción del patrimonio cultural y natural. Fundador de CICOP-Guatemala y exviceministro de Patrimonio Cultural y Natural, ha sido representante ante la UNESCO y líder en turismo cultural, restauración y economía creativa. Reconocido como Embajador de Turismo y con la Orden Nacional del Patrimonio Cultural, integra arquitectura, cultura y sostenibilidad en su visión de desarrollo.
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